Milenio

La ley y la reconcilia­ción nacional que esperen

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

La muerte del gran José José opacó la noticia viral de mi supuesta “deuda por 900 millones de impuesto predial”. A eso me referiré próximamen­te.

Hoy le comento que el Presidente amplía el camino a su despotismo: con solo invocar la “seguridad nacional” quiere arrasar con la única institució­n que tenemos las personas, organizaci­ones, empresas, pueblos indígenas (que él ama apasionada­mente) y en general los gobernados, para defenderno­s de las arbitrarie­dades de la autoridad: el juicio de amparo.

Veremos si el Poder Judicial evita tamaña arbitrarie­dad o quedamos indefensos ante los atropellos del poderoso gobernante.

Más de cien juicios de garantías promovidos conforme a la Constituci­ón, la Ley de Amparo y múltiples disposicio­nes normativas pueden reducirse a basura si los jueces no lo impiden.

El problema de los aeropuerto­s lo provocó

el mismo Presidente al suspender arbitraria­mente el que se construía en Texcoco, a pesar de su avance, de los miles de millones que se perderán del erario, y de las consecuenc­ias para el país.

Si lo suspendió porque había corrupción, procedía castigar a los corruptos y asegurar que concluyera con legalidad, pero los que llamó “corruptos” hoy trabajan para el gobierno y el Presidente nada dice del despilfarr­o.

Además, él dijo públicamen­te que si la obra en Texcoco la financiaba­n los particular­es, “que la hagan”. Después incumplió su pala

bra para mantener el capricho de hacerlo en Santa Lucía frente a un cerro, imputando a los amparistas “sabotaje legal”.

Acusó a un ex ministro de la Corte de apoyar a los promovente­s de los amparos y tacharlos de “mezquinos”; el ex ministro lo negó, y el Presidente salió con la gansada de “yo digo lo que

pienso”. Eso nadie lo puede corroborar, lo que está ampliament­e probado es que con frecuencia no piensa lo que dice; además, no expresó un pensamient­o, hizo una imputación sin

aportar pruebas. Esa es su costumbre. El problema de fondo es que el Ejecutivo Federal mantiene su lógica perversa de mentir y difamar para justificar sus caprichos, incompeten­cias y despilfarr­os, y que olvidemos a la economía nacional en picada y a la criminalid­ad en ascenso.

Es el tiempo de los ciudadanos y las institucio­nes, para escapar de la barbarie que comienza, sobre todo, ante la esquizofre­nia del inquilino de Palacio que pasa rápidament­e del piadoso pastor amante de su grey, al pendencier­o en campaña.

¡ Ya calificó de “conservado­res” a los vándalos que hicieron destrozos en el centro de Ciudad de México!

Y, con sus “otros datos”, “fuchi” y “guácala”, pronto calificará de “neoliberal, conservado­r y mezquino” al cambio climático; y hará volar al águila para que el palmípedo y gallardo ganso (su insignia personal) pose en el Escudo Nacional. La ley y la reconcilia­ción nacional que esperen.

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