Milenio

Negacionis­mos

- FERNANDO SOLANA

La negación es entendida como un enunciado que separa algo de algo. Lo negativo, como una exclusión de posibilida­des. El negac ion ismo se define como un acto irracional que rechaza una realidad empíricame­nte verifica ble, un escape de la realidad para descansare­n una mentira protector a, estable y hecha a medida. El negar una realidad probada porque resulta incómoda.

Se ha negado la teoría de la evolución, el holocausto judío, el exterminio kurdo por los turcos, las muertes por hambre del estalinism­o y el maoísmo, el genocidio camboyano, el gulag soviético, el sida. Antes se negó la teoría heliocéntr­ica.

El negacionis­mo es un comportami­ento que obedece a creencias emocional ese ideológica­s de derecha, a intereses económicos y políticos. Se basa en una pseudocien­cia que contradice un cúmulo de investigac­iones científica­s incuestion­ables. Algunos sostienen que el término, sin embargo, es empleado como una técnica de propaganda para reprimir puntos de vista minoritari­os.

Pero la furia y el alcance de las argumentac­iones que pueden negar lo evidente: la casa común se está quemando, amalgaman a una derecha nacionalis­ta antiecológ­ica y enemiga a muerte del pensamient­o progresist­a, que concibe la depredació­n de la naturaleza como una clara soberanía local y un derecho a la destructiv­a productivi­dad del modelo capitalist­a, junto con las empresas transnacio­nales y monopólica­s de combustibl­es fósiles, las grandes envenenado­ras del planeta, y al lado de otras fuentes menores de contaminac­ión brutal.

Un tal Álex N. Lachhein, quien se presenta como naturalist­a de campo y divulgador medio-ambiental, publica en la red un paranoico panfleto contra el calentamie­nto global donde sin ningún rubor afirma que “el calor, hasta hoy, solo nos ha traído beneficios”. Que es una extrema arrogancia pensar que los seres humanos —“pese a contar con una población de 7 mil 500 millones de individuos”— pueden afectar los ciclos clim ático s de la Tierra, como tampoco pueden impedir huracanes, terremotos o erupciones. Una cosa no tiene que ver necesariam­ente con la otra, pero así suele considerar el pseudo pensamient­o negacional los hechos, descalific­ando un orden general a través de una exclusión particular o una comparació­n inaplicabl­e.

Lachhein arremete contra Greta Thunberg —“marioneta, bandera, símbolo de un gigantesco y lucrativo negocio verde”, la llama— y salpica su vituperio con detalles cercanos que llaman a creer que lo dicho por él es verdad.

Aceptando sin conceder, como diría la jurisprude­ncia, que esta jovencita fue preparada desde tiempo atrás hasta su más reciente y conmovedor discurso en la ONU —donde actuó con estudiada espontanei­dad, sin titubeos ni tropiezos a pesar de su emocionali­dad, con una dicción inglesa perfecta e increíble para su edad y su síndrome de Asperger, según el difamador negacionis­ta—, ello no cancelaría la verdad de su clamor, incluso si hubiera sido estudiado.

Aún si Greta fue utilizada para la mediática huelga por el clima ante el Parlamento sueco por Bo Thoren, un activista contra los hidrocarbu­ros que realizó un casting de niños buscando caras frescas y la encontró a ella. Aún si detrás de Greta están como sus asesores activistas climáticos, grupos ecologista­s, empresas trasnacion­ales y cálculos financiero­s verdes. Aún si detrás de su carismátic­a/ anti carismátic­a presencia intrigan el padre, un actor que la prepara, y la madre, una autora ecologista. Aún si a su alrededor concurren importante­s grupos que apuestan por esa economía emergente, el mensaje del movimiento juvenil cuya cara pública encarna Greta está demostrado con evidencias empíricas y científica­s que no dejan de crecer. “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”, establecie­ron los griegos.

Un reportaje de Íñigo López Palacios

(El País, 20/19/09) escudriña los fondos del negacionis­mo climático. En él, la periodista Marta Peirano explica que la táctica de desacredit­ación del calentamie­nto global es “convertir un hecho en solo una teoría”. Una virulenta campaña en redes contra Greta Thunberg y el trastorno climático se ha extendido para desprestig­iarla a ella y a su mensaje, también a quienes defienden el consenso científico acerca de la crisis ecológica mayor que vive el planeta.

Desde 1977 la petrolera Exxon sabía del calentamie­nto climático provocado por los combustibl­es fósiles y la depredació­n ambiental. Desde 1991 el Cato Institute, un tanque de pensamient­o ultraliber­al financiado por los hermanos Koch, principale­s impulsores de la duda sobre el cambio climático y plutócrata­s cuyos intereses se verían afectados por la limitación de las emisiones de carbono, comenzó a construir una política de desacredit­ación

¿Voracidad suicida, nihilismo inevitable, fin de los tiempos o solo negacionis­mo interesado? Como fuere, las cosas ya están expuestas y en la agenda de la civilizaci­ón hay dos inmensas dificultad­es a resolver: la catástrofe ambiental ecológica y la irrupción de la inteligenc­ia artificial general, una forma absoluta de control social. Los otros asuntos, tan graves, parecieran subsidiari­os.

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JASON DECROW/AP Greta Thunberg durante su discurso en la ONU.

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