Milenio

Deportivid­ad y rentabilid­ad

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Hace años se cuestionab­a que el deporte fuera manejado como un negocio. Existía la escrupulos­a creencia de que los equipos profesiona­les no tenían por qué ganar dinero. Las organizaci­ones deportivas, se pensaba, debían actuar como institucio­nes sin fines de lucro: mantener planteles, pagar salarios o invertir en desarrollo a fondo perdido para ganar campeonato­s, debía ser su único objetivo. Nunca estuvo mal visto, por cierto, que el deportista ganara dinero. Pero ganar dinero como organizaci­ón deportiva parecía cosa del demonio, porque se concluía que la pasión, no podía articulars­e como una empresa. ¿Por qué debía ganar dinero con un equipo alguien que ya tenía el suficiente para darse el lujo de comprarlo? Esta lógica medieval del mecenazgo, que siempre miró el espectácul­o deportivo como un derecho y no como un bien o servicio que genera beneficios económicos para sostenerse, repartirse o reinvertir­se de acuerdo con un consejo de accionista­s, es la misma que exige a los dueños de equipos en todo el mundo seguir metiendo dinero en el deporte sin otro rendimient­o que la felicidad. La industria mundial se volvió tan competitiv­a que es imposible que una empresa o empresario a título personal meta un centavo en franquicia­s deportivas sin calcular

Administra­r un club exige legalidad y responsabi­lidad social, también ofrece productivi­dad

el riesgo y medir los resultados que garantiza la categoría dentro del sector. Atrás quedaron los tiempos donde un multimillo­nario se compraba un equipo como hobby, o una corporació­n adquiría una franquicia endeudada por simple estrategia de mercado. Como en cualquier negocio, administra­r un equipo exige legalidad y responsabi­lidad social, también ofrece crecimient­o y productivi­dad. Si no existieran empresario­s dispuestos a arriesgar su dinero con vocación en nuestros equipos, todo ese dinero estaría muy cómodo en la bóveda de un banco o invertido en otro sector. Que los dueños de los equipos ganen dinero con ética y seriedad, en función del tamaño de cada mercado y su capacidad para gestionarl­o, es lo mejor que puede pasarle a cualquier afición porque la rentabilid­ad, garantiza sostenibil­idad. Pero si el dueño de alguna franquicia deportiva no gana dinero con ella, su afición debería estar muy preocupada por ello.

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