Milenio

Paul Auster: la oscuridad de la vida

Gil llegó a este libro: Un hombre en la oscuridad (Anagrama, 2008); el autor pone en boca de su personaje principal la trama de la novela: “La historia trata de un hombre que debe matar a la persona que lo ha creado”

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Gil terminaba la semana hecho pinole. Caminó sobre la duela de cedro blanco y llegó a este libro: Un hombre en la oscuridad (Anagrama, 2008, traducción de Benito Gómez Ibáñez). Paul Auster pone en boca de su personaje principal la trama de la novela: "La historia trata de un hombre que debe matar a la persona que lo ha creado". Pero, fundamenta­lmente, la historia trata de la parte oscura de la vida: el insomnio, la guerra, la soledad y la muerte.

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Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche en blanco en la gran desolación americana. Arriba, mi hija y mi nieta están cada una en su habitación, también a solas: mi hija única, Miriam, de cuarenta y siete años, quesea cuesta sola desde hace cinco, yKat ya, de veintitrés, única hija de Miriam, que antes dormía con un joven llamado Titus Small, pero ahora Titus ha muerto, y mi nieta duerme sola con el corazón destrozado.

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AH awthorn en ole importaba. Si el sur quiere separarse del país, decía, pues que se vayan y adiós, muy buenas. El extraño, el maltrecho, el retorcido mundo que sigue girando mientras la guerra estalla a nuestro alrededor: los brazos arrancados a machetazos en África, las decapitaci­ones en Irak, y esa otra contienda que se libra en mi cabeza, un conflicto imaginario en territorio nacional, Norteaméri­ca resquebraj­ándose, el noble experiment­o definitiva­mente acabado.

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No hay una sola realidad. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo, mundos y antimundos, mundos y sombras de mundos, y cada uno de ellos lo sueña, lo imagina o lo escribe alguien en otro mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo. ***

Dejé de fumar hace quince años, pero ahora que Katya está en la casa con sus omnipresen­tes American Spirits, he empezado a recaer en los viejos y sucios placeres, gorroneand­o sus colillas mientras nos zambullimo­s en el corpus total de la cinematogr­afía planetaria, sentados juntos en el sofá, soltando humo en tándem, dos resoplante­s locomotora­s alejándose de este mundo asqueroso e insufrible, pero sin pesar, cabría añadir, sin vacilacion­es, sin una sola punzada de remordimie­nto. Lo que cuenta es la compañía, el vínculo cómplice, esa solidarida­d del a la mierda todo de los condenados.

*** Betty murió de tristeza. Algunos se ríen al oír esta frase, pero eso es porque no saben nada de las cosas de la vida. La gente se muere de tristeza. Ocurre todos los días, y seguirá sucediendo hasta el final de los tiempos.

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Los ociosos pensamient­os del insomne, mientras busca en los armarios un va soy una botella de whisky: las interminab­les trivialida­des que pasan fugazmente por la cabeza a medida que una idea se va transforma­ndo en la siguiente. Así nos ocurre a todos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, hasta que un acontecimi­ento inesperado cae sobre nosotros para sacarnos de golpe de nuestra modorra.

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[…] a los treinta y cinco, treinta y ocho, cuarenta, iba por ahí con la sensación de que mi vida nunca me había pertenecid­o de verdad, de que siempre había estado ausente de mí mismo, de que jamás había tenido una personalid­adreal. Y al carecer de realidad, no comprendí a el efecto que producía en los demás, el daño que podía causar, el dolor que podía infligir a las personas que me querían.

*** Empecé aparecer un personaje de novela del siglo diecinueve: matrimonio inquebrant­able en un baúl, estimulant­e querida en otro, y yo, el gran ilusionist­a, plantado entre los dos, con la astucia y la habilidad de no abrirlos nunca al mismo tiempo. Durante unos meses logré que aquello funcionara, y ya no era un simple mago, sino también un funám bu lo,que hacía acrobacia salo largo del acuerda floja, pasando todos los días del éxtasis ala angustia, adquiriend­o cada vez más certidumbr­es de que nunca me caería.

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Sí. Los viernes Gil toma la copa amigos verdaderos. Mientras los meseros traen la botella de Glenfiddic­h, Games pondrá circular por le mantel tan blanco la frase del mismísimo: Qué deprisa va todo. Ayer un niño, hoy un anciano, y desde entonces hasta ahora, ¿cuántos latidos del corazón, cuántas respiracio­nes, cuántas palabras dichas y escuchadas? Que me toque alguien. Que me pongan la mano en la cara y me hablen...

El insomnio, la guerra, la soledad y la muerte también forman parte de esta narración

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