Milenio

Balacera infernal en la tierra de nadie

¿Habrá que acostumbra­rse a hallar normal que calles y avenidas sean patrullada­s sólo por caravanas de maleantes?

- Xavier Velasco

L as escenas son tristes y desconcert­antes. Gente que corre despavorid­a por un parque público. Un fulano que viaja en la caja de una pickup, aferrado a una enorme ametrallad­ora. Familias acostadas sobre el asfalto, rezando por su vida. Medio centenar de presos huyendo alegrement­e de la cárcel. Todo en medio de una balacera infernal, con la ciudad entera convertida en tierra de nadie. Aunque, para ser “nadie”, los amos de las calles se pasan de vistosos, pues al cabo la escena más escalofria­nte es en la que aparece un convoy de varias decenas de camionetas cargadas de matones peinando Culiacán, sin encontrar la menor resistenci­a. Parecería un chiste preguntars­e, por cierto, dónde demonios anda la policía.

Hace tiempo que los villanos de esta historia le perdieron el miedo a los uniformes. Son los uniformado­s quienes deben andar con pies de plomo, y a menudo ocultar su identidad, puesto que el enemigo es desalmado y no piensa dos veces antes de masacrar a sus seres queridos. No hay siquiera que salir a la calle para advertir la superiorid­ad de las fuerzas del mal sobre quienes pretenden defenderno­s. Si las autoridade­s les cubren los ojos en las fotografía­s para no vulnerar sus derechos humanos, ellos se hacen notar en las redes sociales, donde alardean de sus posesiones (pistolas, metralleta­s, coches deportivos), se prodigan en consejos y advertenci­as con mala ortografía y se jactan de su poder destructor.

Antes de recobrar su libertad, el hoy mundialmen­te famoso Ovidio Guzmán López tenía ya más de 70 mil seguidores en Twitter. Su medio hermano, Alfredo Guzmán, es seguido por cerca de 340 mil. Por su parte, la cuenta del Cártel de Sinaloa (“Empresas Guzmán”, informa su perfil) rebasa los 85 mil. “No se tiren pedos más grandes que su culo”, alecciona Ovidio a sus seguidores, a mitad de camino entre la recomendac­ión y la amenaza. ¿Son ellos, en efecto, quienes se encargan de escribir los mensajes? Imposible saberlo, pero es claro el esmero en así aparentarl­o. Quieren que medio mundo los admire y les tema y de una vez asuma que son invencible­s. No por nada comandan un ejército capaz de ocupar y someter una ciudad poblada por cerca de un millón de habitantes.

Son escenas de guerra las de los días recientes, por más que la palabra nos inquiete. Lo peor del caso es que evidenteme­nte la estamos perdiendo, más aún cuando vemos en otra dirección. Una guerra donde los enemigos se pasean impunes y orondos por territorio­s que apenas anteayer creíamos nuestros, pero ese es el problema del despertar insólito al que no sin candor llamamos desengaño.

¿Qué decir de unas calles donde la autoridad no se aparece ni para recoger los cadáveres frescos, a lo largo de tarde y noche enteras? ¿Cómo es que todo el mundo, menos los criminales, ha corrido a esconderse, al tiempo que la triste autoridad declara ya el retorno de la vida normal? ¿Habrá que acostumbra­rse a hallar normal que calles y avenidas sean patrullada­s sólo por caravanas de maleantes?

Si esto fuera una película, lo que uno esperaría en plan de espectador sería la llegada de las fuerzas del orden. Esos “buenos” que siempre terminan por ganar, de modo que la vida pueda seguir su curso al día siguiente de la pesadilla. Lástima que esta historia no sea una película, ni se mire el final del sueño tenebroso que hoy por hoy es la vida cotidiana ya no de Culiacán, sino del país entero. ¿Alguien tiene una idea cartográfi­ca de las zonas del territorio nacional tomadas por el crimen organizado: calles, ranchos, negocios, prisiones, carreteras? ¿Dónde no se han metido, a estas alturas? ¿Estoy yo delirando o se organizan ellos mejor que nosotros?

Dice el dicho que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos .¿ Será acaso por eso que los supuestos buenos han corrido a meterse debajo de una piedra?

Los villanos de esta historia le perdieron el miedo a los uniformes y son los uniformado­s quienes deben andar con pies de plomo

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ESCRIBEN HOY
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JESUS BUSTAMANTE/REUTERS Una escena de guerra aunque la palabra nos inquiete.
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