Milenio

Llegó la hora de definir

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Por supuesto: más vale dejar ir a un delincuent­e que poner en riesgo una ciudad entera. Ya en esa situación, no podían haber hecho otra cosa. ¡Pero no debieron meterse en esa situación!

El camino más fácil ante los sucesos del jueves en Culiacán escantar la derrota de las propuestas­del acuarta transforma­ción, al menos en temas de seguridad y narcotráfi­co: pregonar su incompeten­cia y reclamarle­s que no hubieran librado la madre de todas las batallas.

En parte tienen razón quienes piensan así, hay que decirlo. Una muestra tal de ingenuidad­no puede desembocar­en otra cosa que en la evidencia de un Estado débil, que casi invita a la delincuenc­ia.

Las tácticas exitosas de pacificaci­ón y de no violencia nunca han sido ingenuas. Y aquí vimos un operativo que parecía desconocer las capacidade­s de una organizaci­ón criminal que con una facilidad inusitada se adueñó de las calles, sacó armas de abajo de la tierra y hasta abrió las puertas de la cárcel. Andrés Manuel López Obrador, mientras tanto, circulaba por el país sin mayor protección,por carretera yen aviones comerciale­s.

Tienen razón en parte, digo, pero solo en parte. En realidad la tarde terrible del jueves saca a la luz lo que desde hace tiempo está ahí y no nos puede tomar por sorpresa: el fracaso mexicano en la lucha contraeln arco de los últimos años.

López Obrador recibió un país derrotado. No le queda más que buscar una pacificaci­ón y una reconstruc­ción de la sociedad en términosmu­y diferentes del oques eh ahecho antes.

Sí, un país derrotado. Si lo queremos olvidares otra cosa. Habría que olvidar entonces la ridiculez de la fuga de El Chapo en 2015, olvidar el túnel, la moto de utilería y el hueco teatral en el baño por el que no era posible que un cuerpo humano pasara, usados solo para que el re o saliera por la puerta principal de la prisión de máxima seguridad del país.

Habría que olvidar su primera fuga, la del penal de alta seguridad de Puente Grande al inicio del sexenio de Fox. El Chapo había tejido una red de corrupción que le permitió salir entre la ropa sucia, después de nueve años de detenido.

Y habría que olvidar esas cifras inmensas de muertos, de desapareci­dos y de familias destrozada­s. Llevamos años en una guerra que no se puede ganar, al menos no así como se ha querido ganar.

El jueves de Culiacán acabará siendo el día que obligó al gobierno deLó pez Obrador a definir su estrategia. Como cuando Felipe Calderón declaró la guerra y sacó el Ejército a las calles o cuando Enrique Peña Nieto, después de decir en campaña que esa no era la solución, decidió continuar hasta el fin.

“En la estrategia contra el crimen, no podemos utilizar la violencia”, volvió a decir el Presidente ayer: “No podemos apagar el fuego con fuego... Nosotros no queremos la guerra... La estrategia anterior convirtió al país en un cementerio. Se dejó avanzar mucho el problema. No es fácil. Es un proceso... Con rectitud, con honestidad, con justicia, vamos a garantizar la paz y la tranquilid­ad en el país ”.

¿Ridículo? Para nada. Hemos perdido el país y no lo vamos a recuperar sino buscamos formas distintas.Si queremos que el actual gobierno haga lo mismo que los anteriores, no veo cómo lo lograremos. Solo que hay mucho, mucho por mejorar.

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