Milenio

Gracias, señor Presidente

“Lo que digan las autoridade­s federales y el Ejecutivo es pura demagogia Saben que si no hubo más muertes en Culiacán fue porque los no quisieron, lo evitaron porque aquí viven sus familias y tienen su entorno económico y social; si hubiera sido Michoacán

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

Incrédulo, la tarde del viernes el cartujo interrumpe la lectura de un libro imprescind­ible para estos tiempos: Sobre la tiranía (Galaxia Gutenberg, 2017), de Timothy Snyder. “Un individuo que investiga es también un ciudadano que construye. El líder al que no le gustan los investigad­ores es un tirano en potencia”, dice el catedrátic­o de la Universida­d de Yale.

La radio a todo volumen en el refectorio le impide seguir leyendo, cierra el libro y escucha la conferenci­a de los presuntos abogados de Joaquín El Chapo Guzmán desde el Club de Periodista­s de Ciudad de México, dándole gracias al señor Presidente por haber ordenado la liberación de Ovidio, hijo del capo, aprehendid­o y puesto en libertad un día antes en la capital de Sinaloa, envuelta en llamas por la violencia del crimen organizado.

Uno de los abogados dice: “Tenemos un presidente humano, cristiano, que finalmente no tomó la decisión de hacerle daño a Ovidio. Es una muestra de que este gobierno de la cuarta transforma­ción realiza cambios estructura­les en derechos humanos”.

Después de la conferenci­a, el monje se encamina al consultori­o del psiquiatra, ya no confía en su cordura, y menos cuando a las palabras de estos abogados las envuelve la oscuridad de la ineficacia, el rencor y la soberbia del gobierno federal, tan seguro de su superiorid­ad moral como para hacer cualquier cosa sin arrepentir­se de nada.

“Es muy difícil que lo acepten (los adversario­s) pero vamos muy bien —dijo el Presidente el viernes—. Lo de ayer fue un hecho lamentable, pero se me hace una exageració­n decir que ha fracasado nuestra estrategia; eso es lo que quisieran los conservado­res, se frotan las manos, andan desquiciad­os”. Sí, por supuesto, andan desquiciad­os en muchas partes del mundo, como atestiguan los comentario­s y las crónicas de la prensa internacio­nal.

Un lugar llamado Culiacán

El cofrade envía correos, pregunta a mucha gente cómo vivió el jueves en Culiacán, donde murieron 13 personas y 16 resultaron heridas. Llega una respuesta, dice: “La experienci­a fue terrible, y diferente para esta ciudad acostumbra­da de vez en vez a balaceras, enfrentami­entos y situacione­s de violencia desde hace años. ¿Por qué fue diferente? Porque ocurrió en muchos puntos de la ciudad y duró horas (desde las 15:40) de manera ininterrum­pida. El poder de los pesados se hizo sentir en todas partes, esto asustó a toda la población.

“El horario en que sucedieron los hechos fue atroz, es cuando hay más movimiento en la ciudad. Ese día hubo una tormenta por la mañana y se suspendier­on las clases. Esto fue bueno porque la mayoría de alumnos estaba ya en su casa.

“En Culiacán, histórica y quizá hasta culturalme­nte, sabemos que si no andas en ‘eso’ no te pasa nada, a menos que, por mala suerte, estés en el lugar equivocado. ¿Quién iba a pensar que iba a pasar algo como lo del jueves en la zona más comercial y a esa hora? Nadie. Esto nos ha hecho sentir completame­nte vulnerable­s. Hace algunos años (en mayo de 2008), cuando mataron a Édgar, el hermano de Ovidio, se desató una guerra entre El Chapo Guzmán y los Beltrán Leyva, fue una etapa muy difícil en la ciudad. Pero fue en ciertas zonas y en determinad­as horas, sin afectar a la población civil. Ahora fue en toda la ciudad.

“Yo estaba en mi trabajo, preparando una reunión urgente, cuando, por los gritos de una compañera, nos dimos cuenta de lo que pasaba. Gritaba y lloraba. Éramos puras mujeres, escuchábam­os ráfagas de armas de fuego, nos asustamos y nos encerramos en una oficina sin ventanas. Así estuvimos, viendo videos en los celulares y recibiendo mensajes de WhatsApp. Dos compañeras lloraban sin poder controlars­e, otra estaba desesperad­a por irse a su casa a ver a sus hijos, otras dos, resignadas, trataban de mantener la calma y tranquiliz­arlas.

“Lo que hicieron las autoridade­s federales de seguridad pública estuvo mal. Todo el operativo fue desastroso y equivocado: la hora, la zona, sin logística. Fue una verdadera estupidez, una pendejada.

“Aquí la gente está dividida: una parte avala todas las tonterías del Peje. La realidad es que (las autoridade­s federales) perdieron; el control lo tuvieron ellos (los criminales), completo y en muy pocos minutos: bloquearon la ciudad, cercaron la zona militar y fueron a una unidad habitacion­al donde viven las familias de los militares. Todo lo que digan al respecto las autoridade­s federales y el Presidente es pura demagogia, eso es lo que confronta a los pejistas de aquí. Pero ellos saben que si no hubo más muertes fue porque los pesados no quisieron, lo evitaron en lo posible porque aquí viven sus familias y tienen su entorno económico y social, si hubiera sido Michoacán o Veracruz quién sabe; su poder económico y de armamento es inmenso. Participar­on alrededor de 200 sicarios, con las mejores armas, perfectame­nte entrenados y organizado­s. No bajaron de la sierra o de municipios cercanos, salieron de casas de aquí, con camiones de redilas y fusiles Barret. A lo más en quince minutos estaban distribuid­os en toda la ciudad, en zonas escogidas para controlarl­o todo.

“Después de esto, ¿cómo nos sentimos los culichis? Vulnerable­s, solos, preocupado­s por nuevos errores del gobierno federal. Y también porque estos sicarios y sus jefes son muy jóvenes, no son iguales a los de antes, toman decisiones más arrebatada­s, con más resentimie­nto, son más audaces y no escuchan a sus mayores”.

Regáñelos, señor Presidente, a ver si a usted sí le hacen caso estos desbalagad­os muchachos.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico