Milenio

Visibiliza­r lo que ya sabíamos

- EDUARDO RABASA

No soy experto en seguridad nacional como para saber cómo debería el actual gobierno procurar atajar la espiral de violencia. Es un hecho que incluso desde el punto de vista estadístic­o, la estrategia actual no ha dado resultados, lo cual puede perfectame­nte deberse también más a la magnitud del problema. Es decir que más allá de que cualquiera tiene derecho de opinar, al menos yo no he visto ninguna propuesta coherente para salir del horror. Es claro que la sociedad entera está harta, pero lo que es menos claro es cómo se puede solucionar el problema y, por desgracia, los mensajes de indignació­n en las redes sociales tampoco producirán ninguna transforma­ción.

Pero creo que las reacciones de la comentocra­cia son a su vez muy reveladora­s de la complejida­d del asunto. El argumento más manido es que el Estado abdicó su responsabi­lidad y que fue doblegado por el narco. Supongo que esta línea de argumentac­ión conduciría a proponer que ante el despliegue de violencia modelado tras tácticas de guerrilla urbana y terror, el Ejército debió haber sometido Culiacán al control militar, produjera esto el número de muertes y destrucció­n que produjera. El problema que le veo a este argumento, además de que da por hecho que es mejor producir un mayor baño de sangre antes que exhibir lo que se entendería por debilidad gubernamen­tal, es que sabemos bien que Culiacán, o Sinaloa para el caso, no es el único sitio donde el crimen organizado constituye una autoridad paralela de facto, que en ocasiones está mucho mejor armada y cuenta con más recursos que las fuerzas del orden que debieran someterla. Entonces, después de ocupar militarmen­te Culiacán habría que hacer lo mismo en una amplia zona del país, y mantener

Es ilusorio pensar que se logrará doblegar mediante la fuerza militar a los cárteles

la ocupación por tiempo indefinido, pues sería la única forma de impedir que el crimen retomara el control de la vida social en dichos territorio­s.

Sabemos también que buena parte de las fuerzas del orden están en distintos grados infiltrada­s y cooptadas por el crimen organizado. Es impactante el video donde se les ve haciendo migas con el Ejército pero, ¿realmente alguien podría declararse sorprendid­o al respecto? En general, lo que sucedió el jueves fue visibiliza­r a todos niveles eso que ya se sabía que pasaba. Y realmente, ante la combinació­n del tamaño del negocio con el hambre y la desigualda­d de un país como México, fuera de una solución radical como pensar en la legalizaci­ón de las drogas, es sumamente ilusorio pensar que se logrará doblegar mediante la fuerza militar a los cárteles del narcotráfi­co. Más bien, si se atendiera el clamor de desplegar la violencia como señal de fortaleza, tan solo se engendrarí­a –como sabemos– más violencia, hasta desembocar en un liderazgo estilo Bolsonaro/Duterte, donde se proponga como única solución éticamente viable una especie de limpieza étnica de los criminales. ¿O será mejor pensar antes en otra alternativ­a?

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