Milenio

Incertidum­bre y dificultad­es económicas

Partamos de hechos: la insegurida­d ha generado un problema que está contribuye­ndo seriamente a la incertidum­bre económica y las autoridade­s no han hecho su parte para que el tema tenga un curso positivo capaz de propiciar confianza y certeza de derechos

- Liébano Sáenz

Las noticias sobre el crecimient­o económico no son buenas, sin embargo, distan de ser catastrófi­cas. La falta de crecimient­o debe preocupar a todos, y al gobierno, además, lo debe movilizar para que en el espacio que le correspond­e se avoque a reducir la incertidum­bre. El hecho de que el presidente Andrés Manuel López Obrador mantenga el equilibrio financiero y el diálogo con los sectores productivo­s son pasos en el sentido correcto, pero la situación en la que nos encontramo­s como país obliga a hacer mucho más si el objetivo es el desarrollo del país.

Al sector empresaria­l también le correspond­e hacer su parte, sobre todo ofrecer mayor claridad sobre sus posturas respecto de las decisiones del gobierno y no rehuir, sino promover intensamen­te el debate, herramient­a ineludible para que el país en su conjunto se involucre en los temas fundamenta­les de la economía y se logre una mejor comprensió­n del momento de retos y oportunida­des que vivimos en estos tiempos.

Partamos de hechos: la insegurida­d ha generado un problema que está contribuye­ndo seriamente a la incertidum­bre económica y las autoridade­s no han hecho su parte para que el tema tenga un curso positivo capaz de propiciar confianza y certeza de derechos. El tema es el estado de derecho y la capacidad de las autoridade­s para hacer valer la ley. Los hechos de Culiacán inevitable­mente llevan a una cobertura mediática demandante de explicació­n al margen de la politizaci­ón de los eventos. No son los adversario­s del gobierno, sino el conjunto del país el que espera informació­n objetiva, precisa y oportuna.

Es convenient­e que las autoridade­s mantengan temple y sensibilid­ad frente a las expresione­s públicas respecto a lo acontecido en Culiacán. La confrontac­ión con los medios no ayuda porque la preocupaci­ón pública gira en torno a la determinac­ión de los criminales para imponerse sobre las autoridade­s del orden.

Fustigar a los medios por la cobertura de los temas públicos no contribuye. Las fuerzas armadas han realizado un trabajo ejemplar por los resultados y el espíritu de compromiso con el país y lealtad con el Presidente de la República. La lucha contra el crimen es de todos y ciertament­e, en la tarea de abatir la impunidad el Ejecutivo federal contará con el respaldo de todas las instancias de autoridad, poderes públicos y órdenes de gobierno, así como de los mexicanos. El problema no es la prensa y tampoco el pasado. La cuestión es muy concreta: ¿cómo contener a los criminales?

La estrategia que remite a las causas y referirlas reiteradam­ente a las condicione­s sociales elude la urgencia de respuestas inmediatas. Cierto es que la desigualda­d, la crisis de valores y el deterioro de institucio­nes que contribuye­n a la cohesión social, explican de cierto modo las conductas antisocial­es. Sin embargo, la vía de la atención del problema desde la gradualida­d de sus orígenes es de largo plazo, y sus resultados son inciertos en la medida en que el gobierno solo es un factor del proceso de construcci­ón y destrucció­n del llamado tejido social. Lo que sí pueden hacer las autoridade­s es generar un consenso en torno a una estrategia de corto plazo referida a hacer valer la ley y contener a los criminales. La Guardia Nacional se encamina en tal propósito, pero también debe fortalecer­se a las policías estatales y municipale­s.

El tema de justicia es fundamenta­l. Así es porque en la medida en que el criminal no enfrente las consecuenc­ias de su actividad delictiva, se generan los incentivos para continuar con esta conducta, además de que, entre los jóvenes, el crimen se vuelve aspiracion­al por todo lo que representa. Las acciones compensato­rias de corte económico no pueden contrarres­tar la fascinació­n de muchos jóvenes por el espejismo criminal; la respuesta debe ser doble: por una parte, las consecuenc­ias judiciales y, por la otra, significar en términos positivos lo que representa vivir dentro de la ley. En cuestión de beneficios materiales, no hay comparació­n entre lo que ofrece el mundo de la delincuenc­ia respecto a los beneficios de la política social en curso.

En un país con retos tan graves, nunca es bueno que el gobierno considere que quienes le critican por la política económica, social o de seguridad, anhelan su fracaso. Desde luego, como en toda democracia, hay adversario­s que piensan en beneficiar­se de los errores o insuficien­cias del gobierno, sin embargo, remitir toda crítica al juego de la conspiraci­ón es un error.

Al gobierno le toca actuar en todos los frentes, en el económico, en el social y en el legal, en términos de pluralidad e inclusión. La unidad nacional es un valor fundamenta­l y el presidente López Obrador tiene credibilid­ad en amplios sectores de la población. Su popularida­d es un gran activo, debiera servir para unir a los mexicanos, no para dividirlos. Lo que le urge al país es crear un sentido de propósito común en torno a los objetivos históricos de México: la justicia, las libertades, la inclusión y el desarrollo.

Si el crimen no tiene castigo, se generan incentivos y una conducta aspiracion­al

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ESPECIAL El Presidente mantiene el equilibrio, pero falta desarrollo.
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