Un virrey del desierto
Humberto Moreira no era un perro que ladraba y no mordía. Llevó al terreno de los hechos su enfrentamiento con el gobierno a cargo del presidente Vicente Fox, tras el siniestro de Pasta de Conchos en el año 2006. Entre las medidas que tomó estuvo la de desconocer a los funcionarios federales encargados de minas en el estado, abrió una oficina especial de atención a las víctimas, a las cuales instó a denunciar por homicidio a la empresa y, aunque carecía de facultades, ordenó que la procuraduría estatal iniciara una investigación especial de los hechos.
En represalia, Moreira sufrió un recorte de la Federación al presupuesto destinado para ese año, mientras que como resultado benéfico para él, consiguió una popularidad que pocos gobernadores priistas tenían en aquel entonces. Empezó a hacerse la fama de que era un político al que no le gustaba simular y decía las cosas tal cual.
Incluso el entonces embajador de Estados Unidos en México, Antonio O. Garza, emitió el 21 de febrero de 2007 un cable en el que abordaba el conflicto de Pasta de Conchos y la personalidad de Humberto Moreira. Garza, de acuerdo con el documento confidencial consultado a través de Wilkileaks, reseñaba declaraciones de Moreira a la prensa en la cuales denunciaba que el ex presidente Fox le había propuesto detener y procesar al cuestionado líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, como responsable del siniestro de la mina Pasta de Conchos, para así evitar más señalamientos en contra de las autoridades estatales y federales.
De ser cierto lo dicho por Moreira, advierte el embajador en su reporte, Fox y sus colaboradores serían responsables de dos delitos federales. El cable incluye también en su último párrafo la siguiente valoración: “algunos partidarios del gobernador afirman que solo un tonto podría haber atacado abiertamente a un presidente en funciones”.
Pero contra Fox, Moreira libró pocas batallas en comparación con las que sostendría con el sucesor de éste, el también miembro del PAN: Felipe Calderón, con quien el gobernador priista libraría una auténtica guerra a lo largo de los años siguientes. Tras el convulsionado proceso electoral celebrado en 2006 en el que Calderón ganó por medio punto porcentual la elección y se convirtió en el presidente más débil al momento de iniciar su gestión.
Por su parte, Moreira gozaba de unaamplialegitimidadygobernaba el estado más priista que había en todo el país. De acuerdo con un estudio hecho por la empresa Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), en Coahuila seis de cada 10 habitantes se declaraban priistas, cosa que no ocurría en ninguna otra parte de México.
“Esta fortaleza permitía a Humberto desafiar frontalmente al presidente de la República. Así va creando una imagen del priismo bravo, exitoso, aguerrido”, considera el analista y directivo de la compañía, Federico Berrueto.
Ese mismo respaldo hizo que Moreira gobernara Coahuila con un estilo personalista, en el que podía apoyar a sus hermanos para tener cargos importantes de manera abierta: Rubén fue subsecretario de su gobierno, dirigente estatal del PRI y diputado federal; Carlos, líder del sindicato de maestros; Álvaro, director de desarrollo municipal; Iván, del Instituto de Evaluación y Capacitación magisterial; Montserrat, del DIF Coahuila; y Elisa, jefa de Pensionados.
De todos los hermanos, Rubén, el mayor, era el único que colaboraba directamente con él, llegando a representar ambos un símil de los Castro, con quienes Moreira estableció relaciones formales, al grado de que durante su gobierno se construyó una clínica oftalmológica muy cerca de la frontera con Estados Unidos que a la fecha lleva el nombre de Fidel Castro Ruz.
*** Moreira poseía un carisma que le permitía establecer una relación especial con la gente. Varios de los primeros videos políticos virales de Youtube en México, los protagonizó siendo gobernador y bailando cumbia en los barrios pobres con buen estilo. Sus eventos populares eran muchas veces verbenas en las que se otorgaban becas, subsidios y apoyos a los asistentes. También solía dar entrevistas interminables a los medios de comunicación en las que hablaba prácticamente de todo.
Por ejemplo, en alguna ocasión cuestionó el que Miguel Hidalgo, máximo héroe de la Independencia mexicana, fuera representado en imágenes como una persona blanca y alta, cuando él tenía informes de que en realidad, este prócer fallecido en 1811, había sido alguien de menor estatura y complexión mestiza como la mayoría de los mexicanos. En una ocasión, un amigo venezolano que estuvo viviendo unos meses en Coahuila, me escribió diciéndome que le encantaba Moreira porque parecía un Hugo Chávez en pequeño.
Aunque coqueteaba de vez en cuando con la izquierda electoral representada en México por Andrés Manuel López Obrador, Moreira era un priista de pies a cabeza. En 2007, para festejar su matrimonio (el tercero) con Vanessa Guerrero, una ex reina de belleza, organizó una fastuosa fiesta en Piedras Negras, en la cual estuvieron como testigos de la boda el a la postre presidente Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas de Gortari, y el principal operador priista de los últimos años, Manlio Fabio Beltrones, así como Juan Francisco Ealy Ortiz, dueño de El Universal, uno de los periódicos con mayor tiraje en México.
Moreira había pasado así de convertirse en un profesor famoso por entrón, en una especie de virrey del desierto con buenas relaciones en el centro del país.
Gozaba de una amplia legitimidad y gobernaba el estado más priista que había en el país