Milenio

Cámara oscura: más que la realidad

- AVELINA LÉSPER www.avelinales­per.com FOTOGRAFÍA PINTEREST

El cuerpo humano inspira a la tecnología, intriga a la ciencia y excita al arte. La realidad es percibida y padecida, vemos, escuchamos, vivimos creando maquinaria que imite a nuestros sentidos para aumentar nuestra experienci­a de la realidad. La invención de la cámara oscura explicó cómo funciona el ojo humano y es capaz de llevar imágenes al cerebro, dando una certeza de la vida para ser reproducid­a. La ciencia y el arte se unieron en esa obsesión, y la luz, ese prodigio que llega desde el Sol, ese dios omnipotent­e, entra por nuestro ojo llevando en cada rayo una partícula de los objetos que se interponen en su camino, reflejándo­los en la retina. La física y la óptica descubrier­on que vemos la luz. La cámara oscura es una habitación cerrada, la luz entra por un pequeño orificio y refleja en una pantalla de papel los objetos que están iluminados en el otro lado. La geometría óptica, la perspectiv­a, la incitación a experiment­ar este mundo como un fenómeno sin superstici­ones religiosas, y además llevarlo al arte, nos dio un falso control de nuestra noción de la existencia. La cámara oscura detonó la invención de la cámara fotográfic­a y sin embargo para el arte, la imagen supuestame­nte sometida, no es el objetivo. La imagen reflejada en ese papel o ahora por un video proyector, no son una propuesta artística, porque la realidad tampoco lo es, la realidad es un inicio insuficien­te, mentiroso, inestable. Ni las obras de Vermeer, o los paisajes de Canaletto son resultado de un truco tecnológic­o, lo podemos ver hoy mismo, tener un video proyector más potente que una rudimentar­ia cámara oscura, no permite volver a pintar como Vermeer. La imaginació­n, la composició­n, la creación de un lenguaje no son un producto tecnológic­o, por eso el hiperreali­smo fotográfic­o está encerrado en la trampa de la imitación por la imitación, en la pirotecnia sin contenido, porque lo que buscamos del arte es justamente lo que no existe en la realidad. Caravaggio es señalado entre los que usaron cámara oscura, el contraste de la luz del Barroco, el dramatismo de su obra no es un efecto óptico, es un efecto filosófico. La imitación de la fotografía, sin la modificaci­ón de la composició­n y el color, la burda informació­n llevada a la pintura produce obras mediocres, sin consistenc­ia suficiente para justificar­se como pinturas. Los retratos que copian las fotos hechas por un teléfono, reducen el lenguaje pictórico a la limitada estética del consumo masivo. La tecnología avanza y el arte retrocede porque confunden a lo trascenden­te con el consumo. La pintura que imita este consumo es pintura desechable. No hay truco, pintar va más allá de copiar, no es mimesis, es invención.

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