El Presidente y el bozal
La libertad de expresión es resultado de un proceso histórico, no una concesión de gobierno de López Obrador, devoto de las redes sociales, donde sus defensores muestran el cobre de la intolerancia y en vez de argumentos esgrimen improperios y amenazas pa
Sentado a la mesa, el cartujo pasa las horas pensando en los recientes desencuentros de Andrés Manuel López Obrador con la prensa en sus conferencias matutinas, a las que también asisten porristas y paleros, “muñecos de un titiritero genial”, como diría Mario Vargas Llosa, quienes en los momentos comprometidos le hacen preguntas o comentarios serviles para desviar la atención, ganar tiempo e imponer su agenda. No siempre son eficaces o suficientes y los reporteros profesionales logran cuestionar y hasta exasperar al Presidente, quien se siente incomprendido por algunos medios, a los cuales reprocha su complicidad con el poder en los años dorados del neoliberalismo.
En México han existido —y existen— periodistas seducidos por el poder y el dinero, dispuestos a inmolar su prestigio en las llamas del embute, a vender caro sus opiniones o su silencio, como lo refleja rotundamente la novela de Enrique Serna sobre Carlos Denegri, tan talentoso como despreciable. Pero, asimismo, hay suficientes ejemplos de periodistas honestos (entre ellos, José Alvarado, Renato Leduc, Vicente Leñero, Julio Scherer), comprometidos con el derecho a la información y la libertad de expresión, a quienes debemos la apertura en un sistema intolerante y cerrado. Gracias a ellos, a intelectuales independientes y organismos de la sociedad civil, desde hace muchos años existe en nuestro país la posibilidad de publicar información y críticas adversas al poder, en un medio o en otro, como bien lo saben los caricaturistas, tantos de ellos convertidos en apologistas del actual régimen desde sus antiguas y nuevas trincheras, especialmente en los medios públicos. Los espacios de libertad, entonces, son producto de un proceso histórico, no una concesión de gobierno de López Obrador, devoto de las redes sociales, donde sus defensores muestran el cobre de la intolerancia y en vez de argumentos esgrimen improperios y amenazas para los críticos de su santo patrón, quien, complacido, los bendice desde la cima de su autoridad moral.
La búsqueda del pedestal
Poderoso y hábil, López Obrador no escatima descalificaciones a la prensa cuando contradice sus opiniones o pone en entredicho sus datos y decisiones. El jueves 31 de octubre, en un áspero debate con reporteros en Palacio Nacional, recordó a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, víctimas —dijo— de un linchamiento en los periódicos. Difícil no advertir su alusión al presente al hablar del pasado: la prensa —comentó— fue “sometida, abyecta, rastrera, durante el porfiriato”, pero al triunfo del movimiento maderista se lanzó contra el Apóstol de la Democracia, “de ahí viene lo de la prensa fifí y surge una frase fuertísima que la voy a decir, la voy a decir, porque todo esto ayuda, o sea, esto es parte de la transformación que queremos para el país (…)¿SabenquéllegóadecirGustavoMadero? Dice: ‘Le muerden la mano a quien les quitó el bozal’. Eso no se lo perdonaron, nunca. (…) Esa es de las historias más vergonzosas del periodismo y de la política en México”.
López Obrador sueña con un pedestal en el panteón de los héroes, junto a Juárez y Madero; se compara con ellos y se siente agraviado, aunque diga lo contrario, por quienes no comparten su manera de ver las cosas. ¿En realidad estaba pensando en el martirio de los hermanos Madero y Pino Suárez cuando rememoró esos episodios en Palacio Nacional, o se imaginaba en lugar de los próceres, no a principios del siglo XX, sino justo ahora, en la antesala de la segunda década del siglo XXI?
Las críticas, tal vez, lo hicieron recapacitar y al día siguiente intentó componer las cosas, solo para dejarlas peor. Su cita de la frase de Gustavo Madero —señaló— no tenía el propósitodeofenderanadie:“Noeraigualaralosperiodistasconningúnanimal,yademásletengo hasta respeto a los animales, a los perros, pero noeraesalaidea(…).Eslahistoria,laexpresión es muy fuerte, lo dije, lo dije, pero se padeció muchoeneseentonces,sepadecióporquehabíaunsometimientocompletodelosmedios”.
Prensa sicaria
Losdebatesenlasconferenciasmatutinasocasionaron la embestida contra algunos reporteros en las redes sociales. En Twitter, le dijo uno de ellos a López Obrador, se volvieron tendencia “prensa prostituida”, “prensa chayotera”, “prensa sicaria”, al parecer impulsadas desde cuentas falsas y granjas de bots. Los ataques fueron para quienes lo cuestionaron, pero también para sus familiares y medios donde trabajan. ¿Algún funcionario del gobierno federal está metido en estos ataques? ¿Ordenaría una investigación sobre este asunto?, le preguntaron al Presidente. Sus respuestas no dejan lugar a dudas: no considera la participación de ninguno de sus funcionarios en estos ataques, los ve como una reacción “genuina” de la gente. Y sí, ordenaría una investigación para dar con los responsables de esas agresiones,“porquehaylasevidencias,esonosepuede borrar”. Estaría bien hacer las investigaciones —continuó— y analizar “qué cosa es realmente lo que está sucediendo, conocer la realidad, lo que sucede, y en este caso es un hecho importante”. Los reporteros lo escuchaban hablar de la necesidad de ir “apaciguando” el ambiente cuando llegó el balde de agua fría: “sí sería interesantelodelainvestigación,siempreycuando no nos cueste, porque no hay, no hay, no hay”. No, no hay nada, menos aún bozales para quienes desde el anonimato agreden y amenazan a periodistas en un país donde tantos de ellos muerenantelaindiferenciadelasautoridades.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.