El chantaje de la ruina
Esta mañana leía en The Guardian que los súper ricos de Inglaterra se encuentran realizando planes de contingencia para marcharse del país y poner a salvo sus mega fortunas, ante la eventualidad de que Jeremy Corbyn ganara las elecciones y se convirtiera en el próximo primer ministro. Al parecer, preocupados ante una posible alza de impuestos a los más ricos, o gravámenes a las ganancias de capital, tienen ya todo listo para transferir ingentes cantidades de dinero fuera del país en el instante en el que se anunciara un hipotético triunfo laborista. Como sabemos, una de las principales estrategias políticas de los partidos neoliberales es inducir miedo ante la catástrofe que se vendría si acaso ganara una plataforma política con una vocación más igualitaria. De ese modo, la noticia de que los superricos planean poner pies en polvorosa si no ganara el partido conservador terminará siendo probablemente un arma de campaña de éste para en efecto triunfar y conjurar el peligro de un modelo de gobierno distinto.
Tras leer esto pensé casi de inmediato en los recientes movimientos de protesta en América Latina y en la relativa incomprensión que han generado, principalmente entre quienes no atinan más que a considerarlos como actos vandálicos sin ningún tipo de sentido. Al respecto, el escritor chileno Diego Zúñiga recientemente colgó en su cuenta de Twitter una entrevista con Chantal Mouffe, donde ésta afirmaba que ahora el reto era convertir el descontento en una estructura política capaz de incidir más allá de la mera protesta. Y es que si el descontento actual se debe en buena medida a la certeza de que el simbólico 1% más rico tiene secuestrada a la sociedad entera, al grado de que es capaz de chantajear electoralmente con producir la ruina económica si acaso no
Los superricos de Inglaterra se encuentran realizando planes de contingencia
gana la opción política que asegurará que sus intereses no se vean afectados, es cierto que de momento no se vislumbra una salida fácil pues, como bien dice Mouffe, no está claro cómo traducir la rabia que eso provoca en una alternativa política que permita pensar en una realidad distinta.
Sin embargo, movimientos como la reciente oleada feminista demuestran que sí es posible evidenciar y modificar estructuras que parecieran inamovibles hasta poco tiempo antes. Pensando por ejemplo en la efectividad con que ahí han utilizado el escrache, ¿qué pasaría si por ejemplo colocáramos en una plaza pública un contador que registrara cómo se van incrementando las fortunas de los x hombres más ricos del país, al lado de la cifra de pobreza extrema? Si la transformación de la realidad pasa por un cambio de paradigma, quizá sea necesario repetir tantas veces como sea posible aquello que está podrido en el núcleo, con vistas a un nuevo pacto estructurado a partir de principios diferentes de la competencia y la avaricia, que nos han conducido al callejón sin salida del cual cada vez más gente quisiera poder salir.