Bolivia se sacude a su napoleoncito
Evo Morales cometió un error: creó bienestar en Bolivia, sacó a millones de personas de la pobreza, expandió la clase media en uno de los países más pobres de nuestro subcontinente e hizo crecer la economía. No siguió el camino del régimen de los Castro, y sus nefarios aprendices venezolanos, de empobrecer brutalmente a la población para crear una colectividad de ciudadanos miserables sojuzgados por el poder político a punta de (roñosas) subvenciones aderezadas de pomposa retórica izquierdista.
Es muy probable también que, careciendo la nación andina de mares de petróleo para regalárselo a los cubanos y apuntalar así sus desvencijadas finanzas, no se hayan entonces entrometido demasiado los agentes castristas en los asuntos internos de Bolivia ni infiltrado tampoco a sus Fuerzas Armadas. Cuando un presidente elegido democráticamente como Sebastián Piñera —un tipo cabal de los pies a la cabeza, vaya que sí— habla de que un “enemigo poderoso” estuviere detrás de las algaradas y descomunales disturbios que están teniendo lugar en Chile, no se refiere a sus opositores políticos ni a aquellos de sus compatriotas que exhiben legítimamente su descontento sino a los agitadores y elementos enviados por La Habana y Caracas, auténticos expertos en estrategias de desestabilización, en un primer momento y, luego, en la instauración de un sistema
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Evo Morales cometió un error: sacó a millones de la pobreza
de control absoluto de la población basado en el miedo, la persecución de los opositores, la cancelación de la libre expresión y la colaboración de los militares.
Y sí, Evo no lo hizo mal en términos generales —más allá de haber promovido, en varios momentos, acciones que quebrantaban los equilibrios democráticos— pero ¿debía también el hombre perpetuarse en el poder y desafiar abiertamente los mandatos de la Constitución? Digo, estos sujetos, ¿por qué no gobiernan bien y sanseacabó? ¿Por qué se sienten merecedores de todas las glorias terrenales? ¿Por qué necesitan que se edifiquen museos para su personalísimo ensalzamiento? ¿Por qué aspiran a ocupar un obligado lugar en la Historia (con mayúscula, por favor) y codearse con Simón Bolívar y Benito Juárez?
Pues, miren ustedes, resultó que al pueblo boliviano no le hizo ya mucha gracia que se le apareciera por ahí un napoleoncito tropical. ¡Qué bien!