Milenio

Lorenzano: obsesión por el exilio, el horror y las guerras

A la autora de El día que no fue también le interesa mucho “la memoria de los migrantes y la lengua que hablas cuando llegas”

- ADRIANA CORTÉS

Narradora, poeta y ensayista “argenmex”, Sandra Lorenzano, doctora en Letras por la UNAM, coordinado­ra del Proyecto Cultura y migración (UNAM-Unesco-Universida­d Autónoma de Madrid), vive en México desde 1976.

Autora, entre otros libros, de Vestigios, Herencia y Saudades, recienteme­nte publicó El día que no fue (Alfaguara), novela de la que habla en esta conversaci­ón.

El inicio de El día que no fue contiene un epígrafe de Roland Barthes: “Todo esto debe ser considerad­o como si fuese dicho por un personaje de novela”. ¿Por qué?

Pensé que era la frase ideal para volver a situar al ejercicio literario donde le correspond­e en el sentido de una suerte de puesta en abismo que nos recuerde que la literatura es ficción. Propicia también una libertad mayor en la creación porque no estás haciendo documental y, además, porque el lenguaje es siempre una construcci­ón, no es natural.

La memoria, tema recurrente en su obra, ¿evoca en esta novela al cuerpo ausente?

Una de mis obsesiones que tiene que ver con mi propia historia y trabajos de investigac­ión es la memoria del exilio, del horror, el Holocausto, las guerras. Cómo procesamos nuestros recuerdos y los que vienen de otros. En Saudades yo ponía una frase que me gusta mucho de un psicoanali­sta francés, de origen argelino que dice: soy contraband­ista de historias propias y ajenas. La memoria es también la de los sentidos, de la piel, las cuestiones genéticas vinculadas a la memoria y me gustaba pensar eso en torno al miedo, el gran tema del libro.

¿Se trata de un miedo que se trae en el cuerpo?

Y que se va superponie­ndo como veladuras que en un momento dado ya no puedes separar en capas sino que se van mezclando como cuando mezclamos pinturas y pones una capa sobre otra. Es un tema que me interesa mucho igual que el de la migración, la memoria de los migrantes y la lengua que hablas cuando llegas. Finalmente tiene que ver con el tema de la memoria del amor que es huella en el cuerpo y nace como una especie de golpe físico. Solo quieres estar con ese alguien cuerpo con cuerpo que cuando se vuelve lucha llega el desamor. Como soy exiliada y he perdido varios hogares, sentir que pierdes el cuerpo amado me parece una de las cosas más dolorosas, sentir la pérdida del hogar.

La pérdida de su madre es recurrente en su obra.

Eso me impresiona. Ya había escrito Saudades cuando mi mamá murió y no se lo quise mostrar en manuscrito, sino hasta publicado. Mi madre se enfermó y se murió en tres meses, así que no fue posible. Luego fue Vestigios, un poemario de duelo y Fuga en mí menor donde un personaje pierde a la madre y se hace esa pregunta que yo me hice en ese momento: ¿cómo puede ser que uno cuando tiene 50 años pueda sentirse huérfano como se sentiría un niño? Pero en El día que no fue aparece no solo mi madre sino mi abuela, este linaje femenino que también me importa mucho.

¿Cómo surgió su idea de unir varias historias?

El miedo de mi abuela, una sobrevivie­nte de los pogroms zaristas. Así nació la idea de juntar varias historias y que fuera el miedo y no una ruptura amorosa el hilo conductor. El miedo de las mujeres migrantes, de vivir en Ciudad de México, de la relación de pareja. El miedo para mí de la dictadura argentina.

Me conmueven las historias de las abuelas de la Plaza de Mayo porque muchas abuelas que yo conocí, una de ellas la de mis primos, se sostuviero­n íntegras, fuertes, pudieron formar a estos chicos, darles un hogar, amor, calidez, hacer de ellos hombres fuertes, sanos, productivo­s, y una vez que vieron que ya eran hombres de bien se dejaron morir.

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MÓNICA GONZÁLEZ El miedo es el hilo conductor de su obra más reciente.

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