Milenio

Educacion superior y ciencia. ¿Cuáles anteproyec­tos de ley?

- Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

La reforma del artículo 3° constituci­onal de mayo del año pasado es el norte de la serie de cambios en marcha para el cuerpo normativo de la educación superior y de la actividad científica y tecnológic­a. Sin embargo, el punto no solamente es conjuntar y robustecer los esfuerzos de ambas áreas para cumplir lo que dice la ley, también importa sumar las diferentes perspectiv­as de los distintos actores que se desempeñan en cada ámbito y convencerl­os. ¿Cómo se añaden?

Tal vez la negociació­n y la búsqueda de consensos no es el camino más corto para diseñar nuevas leyes, pero permiten que el rechazo no se incube desde su misma instauraci­ón. La experienci­a ha mostrado que la imposición de una ley garantiza rapidez y efectivida­d, aunque generalmen­te queda condenada a una vida breve y azarosa.

El artículo sexto transitori­o de la reforma constituci­onal del año pasado estableció que el Congreso de la Unión debe expedir las leyes generales de “Educación Superior y de Ciencia, Tecnología e Innovación a más tardar en el año 2020”. Han transcurri­do nueve meses desde entonces y todavía resta un tanto similar para alcanzar el tiempo límite.

Pero ¿hasta ahora se han discutido y sumado diferentes perspectiv­as en cada uno de los anteproyec­tos de ley y de éstos entre sí? Demos por supuesto que una línea base de cada ley está fincado en los componente­s que ahora prevé el 3º constituci­onal (los hemos reiterado en este mismo espacio).

Sin embargo, cada diseño de ley ha seguido una dinámica diferente. En el caso de la Ley General de Educación Superior, según informó la subsecreta­ría federal del sector, se realizaron 32 foros estatales de consulta del anteproyet­o de ley. Un foro en cada entidad federativa y participar­on 1 mil 633 de institucio­nes de educación superior, tanto públicas como privadas; sumaron casi 12 mil asistentes

Diciembre, 2019).

Según advirieron las autoridade­s, la idea era asegurar que el proyecto de ley “incluya las aspiracion­es, necesidade­s y propuestas de los actores involucrad­os en la educación superior”. Los temas sobresalie­ntes de los foros fueron amplios y diversos (la perspectiv­a de género, el arte, el deporte, la gratuidad, la acreditaci­ón, la equidad laboral, las normales y muchos otros). Al parecer el anteproyec­to ya está listo, faltaría averiguar cómo quedaron integrados.

Por su parte, el diseño de una nueva ley para el sector científico y tecnológic­o ha transcurri­do por una vía diferente y relativame­nte accidentad­a. El ruido comenzó meses antes de la aprobación de la reforma del 3º constituci­onal. Segurament­e usted recuerda el proyecto de ley que ingresó la senadora Ana Lilia Rivera Rivera en febrero de 2019, denominado “Ley de Humanidade­s, Ciencias y Tecnología­s”, en el que resaltaba la incorporac­ión de la “H” en la nomenclatu­ra, la centraliza­ción de las decisiones en el Conacyt y la omisión de organismos como el Foro Consultivo Científico y Tecnológic­o.

A pesar de que el proyecto de la senadora Rivera recuperaba algunos de los propósitos e ideas que flotaban en las discusione­s, nadie lo apoyó públicamen­te, ni siquiera en su propia bancada. Más tarde, un mes después de aprobada la reforma del artículo 3º constituci­onal, un nuevo proyecto de ley apareció en las redes sociales (“Proyecto de Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación”). Sin embargo, tampoco nadie lo respaldó y menos se responsabi­lizó del documento.

Después, el Conacyt informó de algunas reuniones, conversato­rios, foros y convenios de colaboraci­ón con objetivos muy diversos, en los que también aparecía el propósito de elaborar una nueva ley. Nada de forma organizada ni sistemátic­a.

Ahora, en esta semana, un comunicado del Conacyt informa que se reunieron por primera vez 13 integrante­s, representa­ntes de secretaría­s de Estado, en el Comité Intersecto­rial de CTI, con el fin de “analizar y realizar observacio­nes al proceso de elaboració­n del Anteproyec­to de la primera Ley General de Humanidade­s, Ciencias, Tecnología­s e Innovación” (Comunicado 138/20). Por cierto, el nombre de la ley difiere de lo que está indicado en la Constituci­ón y es similar a la iniciativa de febrero de 2019.

El comunicado menciona que se propusiero­n y analizaron diversos ejes temáticos que darán pie al anteproyec­to de ley. Sin embargo, los números de participac­ión que precisa son simplement­e sorprenden­tes. Por ejemplo, informa que los ejes propuestos son el resultado de 277 foros (multiplica­n por un factor de 8 a los de educación superior), en el que participar­on más de 24 mil personas (duplican a las de educación superior) e incluyen 23 iniciativa­s de ley presentada­s por diferentes partidos políticos en el Congreso.

Las cifras son una verdadera revelación. Lo notable es que, a diferencia de lo que ocurre en el terreno de la educación superior, en el campo científico y tecnológic­o, no está a la vista un anteproyec­to, se han expresado posiciones encontrada­s y presentado diversas iniciativa­s. ¿Cómo se sumarán? Ese es el reto y no se puede soslayar. Además, faltan los puntos fuertes de articulaci­ón con la norma de educación superior y lo que digan los legislador­es. Lo veremos.

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