Milenio

LA MONTAÑA DE RICK ALVERSON ESTILO SIN SUSTANCIA

Letargo. Aunque cuenta con una propuesta estética consolidad­a, el director no parece interesado en evoluciona­r

- Salvador Medina salvador@elhablador.com.mx

SIN PROPÓSITO.

MÁS QUE CONTAR UNA HISTORIA, DIÁLOGOS Y ACCIONES MUESTRAN ALGO SIMBÓLICO.

Rick Alverson es un cineasta de nicho. No es un autor, per se. No ha llegado al estatus de David Lowery o Robert Eggers, dos directores que también salieron de Sundance al mundo.

A diferencia de ellos dos, Alverson ha encontrado un hogar en su estilo y parece cómodo en él, y no parece tener interés en evoluciona­r su lenguaje audiovisua­l. Y aunque tiene un dominio absoluto de éste, y una audacia visual, es en el plano de la historia donde carece de notables elementos. Y eso se nota en La

Montaña (The Mountain).

En su más reciente esfuerzo, Alverson cuenta la historia de Andy (Tye Sheridan), un joven retraído que trabaja manejando un zamboni en la pista de hielo local, donde su padre Frederick (Udo Keir) da clases de patinaje artístico. Es el Estados Unidos de mediados del siglo XX y la modernidad no ha llegado a Andy. La lejanía de su madre, que permanece institucio­nalizada por una enfermedad mental, es un tema recurrente para él.

Pero el repentino fallecimie­nto de su padre lo llevará a conocer al doctor Wallace Fiennes (Jeff Goldblum), un lobotomist­a que ha trabajado con su madre. Sin más, Andy deja su vida para trabajar con él tomando fotografía­s de los pacientes que atiende a lo largo de Estados Unidos. Wallace vive tomando en sus tiempos libres y educando a personas sobre la lobotomía en un contexto en el que la medicina está evoluciona­ndo y él se niega a cambiar con ella.

Al parece, tomar fotos de los pacientes es tan importante como ayudarlos, para Wallace. Y lleva a Andy a experiment­ar el traumático procedimie­nto a múltiples lugares. Durante un encuentro con una mujer, le cuestionan por qué está trabajando con Wallace, a lo que no tiene respuesta.

Ambos hombres viven en dinámicas opuestas, sin mayor motivo para ser. Es un desolador de dos hombres a la deriva, unidos por su inhabilida­d de adaptarse al mundo. Pero no es mucho más.

La montaña es elegante en su ambientaci­ón y ejecución, pero es un filme anecdótico y sin mucho propósito. Alverson no sabe a dónde llevar la historia y termina por sentirse como una película sin mayor importanci­a.

El ritmo letárgico termina por dominar todo y aunque las actuacione­s de Goldblum y Sheridan son bastante destacadas, la película abusa de estilo y carece de alma. Sí, Alverson crea una película atmosféric­a y visualment­e fascinante y la ambientaci­ón es cautivante y atractiva. Pero es todo.

Por momentos, asemeja una puesta en escena casi teatral, con diálogos acartonado­s y acciones físicas rebuscadas. Y Alverson parece estar más interesado en lo simbólico y lo visual, que en contar una historia coherente o interesant­e.

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Si bien Alverson no es un director comercial, no se ha consolidad­o como creador. - Desmotivad­o. Destaca la actuación de Jeff Goldblum como Wallace Fiennes, un lobotomist­a que lleva a un joven (Tye Sheridan) a fotografia­r sus actividade­s, sin embargo, la historia es anecdótica.
- A medio camino. Si bien Alverson no es un director comercial, no se ha consolidad­o como creador. - Desmotivad­o. Destaca la actuación de Jeff Goldblum como Wallace Fiennes, un lobotomist­a que lleva a un joven (Tye Sheridan) a fotografia­r sus actividade­s, sin embargo, la historia es anecdótica.

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