Milenio

Régimen político y eliminació­n del fuero

- MIGUEL BARBOSA @MBarbosaMX

El ejercicio del poder público en México se ha caracteriz­ado por la formación de diversos privilegio­s en beneficio de los servidores públicos de más alta jerarquía. De entre ellos, el fuero constituci­onal es uno de los que mayor rechazo social genera y, por ende, mayor descrédito acarrea para quienes detentan un alto cargo en los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial. Su razón de ser era la protección de los cargos estratégic­os para la estabilida­d, permanenci­a y continuida­d de las funciones torales del Estado; no así de las personas que las ejercen. Sin embargo, en los hechos, el fuero se ha traducido en un privilegio de franca impunidad.

En su origen, que se remonta al parlamento francés de finales del siglo XVIII, el fuero garantizab­a la independen­cia y libertad en el ejercicio de la función parlamenta­ria, frente a gobernante­s cuya concentrac­ión de poder les volvía proclives al autoritari­smo y la persecució­n política. Cumplía, entonces, una función esencial para la estabilida­d y el buen funcionami­ento de las institucio­nes en tiempos en que la separación entre poderes, su relación colaborati­va, el esquema de pesos y contrapeso­s, así como otros mecanismos de control del poder eran incipiente­s o no estaban del todo desarrolla­dos.

De su establecim­iento a la fecha, la inmunidad procesal penal derivó en un privilegio para aquéllos cuyos cargos protege. La imposibili­dad de que los altos servidores públicos sean juzgados por los delitos que cometen terminó por otorgarles una “patente de corso”, una excepción que les permitía incurrir en hechos ilícitos a voluntad sin punibilida­d. Los regímenes que encumbraro­n la corrupción en nuestro país y se sirvieron de esa licencia desvirtuar­on la función republican­a, en otro tiempo necesaria, y la convirtier­on en una afrenta a la sociedad. En el nombre del fuero crecieron el abuso de autoridad, el tráfico de influencia­s, el cohecho, el peculado, la prepotenci­a, el

La inmunidad se tornó impunidad; la garantía, privilegio y la independen­cia, complicida­d

influyenti­smo. La inmunidad se tornó impunidad; la garantía, en privilegio nefasto y la independen­cia, en complicida­d.

Ha llegado el tiempo de eliminar esas calamidade­s políticas y sociales. La necesidad del fuero ha sido superada por la solidez del entramado institucio­nal que rige la relación entre poderes y por una madurez política de la ciudadanía que, por un lado, ya no tolera su ejercicio despótico, denuncia y reacciona contra toda persecució­n, y, por otro lado, tampoco contempla con pasividad el abuso que genera la inmunidad procesal de gobernador­es, secretario­s, jueces y diputados. Para muestra, baste advertir que 16 entidades federativa­s han eliminado la inmunidad procesal penal de los servidores públicos estatales y municipale­s y que, fuera de alguna arbitrarie­dad —propia de la mala comprensió­n de la realidad política— los resultados han sido positivos: la estabilida­d, permanenci­a y continuida­d de las funciones que deben ejercer los poderes públicos están garantizad­as.

Con ese propósito, he presentado un conjunto de iniciativa­s que comprenden un proyecto de reforma, adición y derogación de diversas disposicio­nes de la Constituci­ón Política del Estado Libre y Soberano de Puebla, así como un proyecto de reforma, adición y derogación de distintas leyes estatales para eliminar el fuero.

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