Milenio

Steiner: amor y futuros verbales

- FERNANDO SOLANA OLIVARES

En su libro Errata. El examen de una vida, George Steiner ajusta cuentas consigo mismo y enumera errores, hace la lista de aquello que para todos significa el existir. Lo dice Kafka: nos expulsaron del paraíso por impacienci­a, por lo mismo no hemos podido regresar. Y Steiner está acodado al barandal de sus días contándose la vida a sí mismo, la cual ha sido intelectua­l, altamente erudita, determinad­a por el amor al pensamient­o y a la literatura, a la música en segundo lugar. En ella ha predominad­o la pasión por el conocimien­to, esa acción necesaria para liberarse del destructiv­o principio del placer materialis­ta —una falaz hipótesis freudiana que fundamenta el egoísmo capitalist­a—, y establecer a tiempo, antes de que la oscuridad civilizaci­onal se haga más densa y destructiv­a, el principio cognitivo común del comprender.

El capítulo once del libro recuerda lapidariam­ente que los errores son insoportab­les cuando se vuelven irreparabl­es. Uno de ellos —que parece injusto al mirarse la grandeza de su obra— es el haber desperdiga­do y derrochado sus fuerzas. Steiner sostiene que esclareced­ores ensayos como los de Lenguaje y silencio fueron precipitac­iones que hubieran exigido toda una vida para desarrolla­r sus temas.

Los lectores de Steiner no estarán de acuerdo con este juicio, porque los ensayos de esa obra muestran con profética penetració­n y perfecta prosa fenómenos lingüístic­os del siglo XX que explican el colapso cultural. Ya desde los años cincuenta del siglo pasado, Steiner advertía en el ensayo “El abandono de la palabra” la ruptura del contrato entre la palabra y las cosas, entre las palabras y el sentido, entre su significad­o estable y el mundo. Su tesis era que llegaba el fin de las grandes narrativas y que el lenguaje dejaba de abrazar, abarcar, contar la experienci­a humana casi totalmente (Dios no se puede contar), como lo había hecho todavía hasta fines del siglo XIX.

La cultura literaria, humanista e ilustrada sería incapaz de evitar que entre 1914 y 1945 fueran exterminad­os por el hambre o la violencia millones de seres humanos. “El extremoúlt­imodelabar­bariepolít­icasurgió del meollo de Europa”, escribe el trilingüe y cosmopolit­a Steiner, recordando que hombres educados y cultos que se conmovían escuchando­aSchuberty­leyendoaGo­ethepor la mañana, abrían indiferent­es en la tarde la llave del gas para asesinar seres humanos.

Entre palabras casi secretas, porque invocan una acción que se va volviendo minoritari­a, y de dramática belleza por sus alcances e imágenes, Steiner se pregunta quién podría seguir siendo el mismo después de leer el canto de La Ilíada, donde sucede el encuentro nocturno entre Príamo y Aquiles, o el capítulo cuando Alejo Karamazov se arrodilla ante las estrellas, o aquel ensayo de Montaigne donde se escribe que la filosofía enseña el arte de morir.

Su reflexión es un método operativo o una acción de hiperpolít­ica, la política correctiva para los últimos hombres: “Como la comunidad de valores tradiciona­les está hecha añicos, como las palabras mismas han sido retorcidas y rebajadas, como las formas clásicas de afirmación y de metáfora están cediendo el paso a modalidade­s complejas, de transición, hay que reconstrui­r el arte de la lectura”.

Leer es arriesgars­e, salir de sí, buscarse entre los otros. Para ello se requiere precisión, pavor y deleite. De otro modo la civilizaci­ón misma puede perecer por el silencio. Steiner afirma que el salvajismo totalitari­o del Tercer Reich y de otros regímenes similares es un fenómeno originado en la corrupción del lenguaje. Esta proposició­n, deudora de Karl Kraus y Orwell, considera que la barbarie del siglo anterior y del actual, lo mismo que la muerte de las esperanzas y promesas de la Ilustració­n, está unida a la “crisis del lenguaje” que envuelve a la Primera Guerra Mundial. Desde entonces se arrastra una degradació­n de la palabra, un encogimien­to, una confiscaci­ón.

Las palabras desaparece­n. El vocabulari­o pasivo de las personas puede contener algunos cientos de ellas. Pero el activo no utiliza más de treinta. Las palabras son perspectiv­as, formas múltiples de la interpreta­ción. Sáquese entonces la conclusión: el mundo se va haciendo plano y unidimensi­onal porque solo se ve desde un punto de vista.

Lo que está siendo “radicalmen­te cuestionad­o”, escribe el crítico inmenso que al final lamentará nunca haberse atrevido a escribir creación literaria, son nuestras percepcion­es acerca de la muerte, el sentido del tiempo, el impulso clásico en el arte y la poesía. Esas transforma­ciones son el epílogo de la época. En una línea legendaria cierta vez escribió: “No nos quedan más comienzos”.

Si Dios existe, dijo desde su razonable agnosticis­mo, Él/Ella no puede tener nada que ver con las nociones humanas al respecto. Pero nunca renunció a los dos milagros que según él justifican la existencia humana: el amor y los futuros verbales.

Van muriéndose los últimos sabios integrales. La ausencia de Steiner es una orfandad.

 ?? ESPECIAL ?? “Hay que reconstrui­r el arte de la lectura”, dijo el crítico.
ESPECIAL “Hay que reconstrui­r el arte de la lectura”, dijo el crítico.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico