Milenio

Bárbaros de confianza

¿Pero cómo va nadie a verse a salvo de la ignorancia y la estupidez, si se ha puesto de moda relativiza­rlas?

- XAVIER VELASCO

No sea usted ignorante!”, respingaba la gente en otros tiempos siempre que algún audaz desinforma­do soltaba un desatino por argumento. Ya fuera que se usara de manera agresiva, despectiva o lastimera, el término aludía a una condición de por sí vergonzosa, puesto que en esos años no se había enseñado la ignorancia a ostentar su precaria condición como una suerte de medalla al mérito. Entre tanto vivales con estudios, se ostenta el ignorante —y el necio, y el inepto, y el gandul— como gente-de-fiar.

Dar por hecho que el torpe y el ignaro son de por sí incapaces de robar es calumniar a la inteligenc­ia, que a través la historia ha acreditado infinitame­nte más logros que fechorías. Pues no es del intelecto, sino de su abandono que al mundo entero le urge protegerse. ¿Pero cómo va nadie a verse a salvo de la ignorancia y la estupidez, si se ha puesto de moda relativiza­rlas, cuando no concederle­s el privilegio del aplauso fácil? Verdad es que cada uno tiene sus lagunas, pero apenas parece concebible que un redactor se enorgullez­ca de su mala sintaxis o un administra­dor de no saber hacer las cuentas básicas. Enormes despropósi­tos que moverían a risa si fueran la excepción y no la norma.

La masa aplaude a malos oradores, a veces con más ganas que a los buenos, porque asume que atrás de su torpeza debe haber una dosis de sinceridad que los otros, escandalos­amente mejor preparados, segurament­e hubieron desechado en su camino hacia la podredumbr­e. ¿No es casualment­e el diablo quien se las da de sabio? Nada hay más fácil para el ignorante que sentirse seguro de todo cuanto le acomoda creer y repetir, toda vez que esa clase de certezas gratuitas no nada más sepultan sus complejos, sino encima le dan aceptación social entre otros jactancios­os que tampoco se sienten urgidos de saber en dónde están parados.

La ignorancia supina suele ser audaz, pero no por honesta sino por farsante.

Mal podría uno creer que quien jamás estudió medicina tendrá éxito al hacerse pasar por cirujano, y por supuesto nadie en su sano juicio pondría sus preciadas entretelas en manos de tamaño barbaján. Quien acepta o procura un trabajo que le exige saber lo que no sabe (peor tantito “con buenas intencione­s”) es aún más bandido que los que se corrompen sobre la marcha, pues ya desde el principio cobra por engañar y muy probableme­nte esos embustes saldrán mucho más caros que su sueldo.

La falsa suficienci­a del ignorante ufano es hija de una envidia que se multiplica dondequier­a que exista tierra fértil para la siembra pronta de rencor. Puesto que si ellos saben lo que el gentío ignora, no será cosa rara que los desprecien, ni les será difícil entramparl­es en su palabrería. ¿Qué les hace creer que son tan necesarios, si de lejos se ve que su trabajo es simple y cualquiera lo puede replicar? Y ahí empieza el problema, puesto que el ignorante habilitado todo lo ve de lejos y de prisa. ¿Quién querría derrochar tiempo y dinero en un especialis­ta?

No pocos delincuent­es son grandes ignorantes, amén de perezosos redomados o incluso, por qué no, estúpidos notorios. Gente que no se tiene mucha fe, de modo que confunde fácilmente pereza con ingenio, chiripa con destreza o ciencia con creencia. Pueden pasar veinte años en la cárcel sin dejar de pensarse más listos que el común de los mortales, porque así es la ignorancia: no soporta mirarse en el espejo, cuantimeno­s que algún sabiondo la señale. Como esos bravucones impertérri­tos a los que nadie osa contradeci­r, espera el ignorante empoderado que el silencio aquiescent­e o el aplauso rotundo coronen sus palabras, sobre todo si escupe disparates y existe el riesgo de ser exhibido. ¿Pero eso a quién le importa, finalmente, si entre tantos orondos papanatas siempre queda algún culto a quien linchar? Duro con el sabiondo, no faltaba más.

La ignorancia supina suele ser audaz, pero no por honesta, sino por farsante

 ?? JUAN CARLOS BAUTISTA ?? No pocos delincuent­es son grandes ignorantes.
JUAN CARLOS BAUTISTA No pocos delincuent­es son grandes ignorantes.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico