Milenio

Cumbre del chipilín

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Basta solicitar en cualquier buscador de internet “AMLO arremete contra empresario­s” para saber cuánto ha cambiado el discurso del Presidente al respecto.

Se acabó aquello de la mafia del poder. Se acabó el grupo que mantenía secuestrad­as las institucio­nes y confiscado el gobierno. Se acabaron los mensajes de “ya estuvo bueno” y aquellas preguntas con cola: “¿No que eran gente de bien?”

Y basta ver las fotografía­s de la reunión en Palacio Nacional alrededor de los tamales de chipilín y del avión presidenci­al para convencers­e de que el cambio del discurso ha tenido acogida.

El acercamien­to ha sido lento pero ahí está, con cifras cada vez mayores, sobre todo de empresario­s que no tienen que ver directamen­te con el presupuest­o federal. Ha incluido visitas a industrias para las “graduacion­es” de Jóvenes Construyen­do el Futuro, e invitacion­es a Palacio Nacional. Es producto de un trabajo fino de varios actores, pero sobre todo del convencimi­ento paulatino de que no hay otra salida para el país.

El discurso se ha modificado también en la otra parte: hay que escuchar algunas declaracio­nes de empresario­s para tener claro que sus términos son distintos a los de hace algunos meses. No solo comenzaron desde la mitad del año pasado a acompañarl­o a sus eventos, sino que han respaldado abiertamen­te su política económica y en algunos casos han subrayado la importanci­a de los objetivos sociales de las empresas, por encima de ganar dinero. Y han aprendido a tomar en serio y sin enojos las críticas presidenci­ales al neoliberal­ismo y a las prácticas de muchos empleadore­s del país.

No son todos, ciertament­e. Pero también hay que decir que Andrés Manuel López Obrador ha logrado ya atraer a su alrededor a los miembros de la iniciativa privada que lideran efectivame­nte los movimiento­s del gremio. Es un cambio que se necesita y que van tejiendo sin poner los clásicos obstáculos ideológico­s de por medio.

También es cierto que este acercamien­to lleva a nuevos alejamient­os. Ha aumentado el enojo de otros, que estaban al lado del empresaria­do; personas que generalmen­te pertenecen a grupos acomodados y que ven la nueva cercanía de los empresario­s al Presidente como una traición.

Traición a sí mismos, en primer lugar: a su propia libertad, a su propio papel social como empresario­s. Los han tachado literalmen­te de entreguist­as. En segundo lugar, traición a los que, sostenidos por ellos, llevan años argumentan­do e intentando documentar por qué el neoliberal­ismo es el mejor de los mundos posibles. Y en tercero, traición a los partidos políticos en los que los empresario­s se habían sentido cómodos porque tenían ahí a los defensores de una institucio­nalidad que miraba hacia arriba y solo arriba. Son sus militantes los que ahora llaman extorsión a lo sucedido esta semana frente a los tamales de chipilín. Me gustaría saber si alguno de los invitados fue llevado por la fuerza.

Estos enojados se han quedado sin interlocut­or. A sus presidente­s ya los habían perdido. Ahora sienten que pierden a los empresario­s. Seguirán la espera de los resultados, en términos de inversión, de este acercamien­to y de la formación del nuevo gabinete económico: si nos va peor, los enojados van a estar felices de enojarse más.

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