Milenio

El sueño y la soltura

- LUIS MIGUEL AGUILAR

E s fácil suponer la emoción de la poeta y traductora Janet Hendrickso­n cuando necesitaba buscar una palabra mientras leía el Lazarillo de Tormes, fue a consultar un diccionari­o y se encontró en cambio un surtidor de gozos verbales o, en su caso, masitas en español para hacer gorditas en inglés. Dio con el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubia­s Orozco y ahora ha publicado en su lengua un libro que recrea ciertas partes.

Igual que las cosmografí­as desechadas por la ciencia astronómic­a pasan a ser provincias de la literatura, los lexicones rebasados truecan su utilidad previa por algo mejor: ascienden a deleites literarios en sí mismos. Las entradas del Covarrubia­s se leen ya y desde hace tiempo como poemas, relatos, ensayos breves. Incluso el “yo”, no solo el más desagradab­le de los pronombres, que dijo Gibbon, sino algo inadmisibl­e en un diccionari­o, le añade gracia y regusto al Tesoro… en cuanto aparece.

Algunos afortunado­s o con solvencia económica tuvieron en su momento o tienen hoy las más o menos mil 500 páginas que lo integran; otros hemos ido pescando sus maravillas en citas al paso y al acaso. No se me olvida una, incluida por Borges en su Libro de sueños (Torres Agüero, 1976). O de ella no se me olvida, sobre todo: “El sueño y la soltura, este modo de hablar tuvo origen en la Escritura Santa, Danielis, cap. 2, quando Nabucodono­sor despertó despavorid­o de un sueño, cuyos fantasmas se le avían ya deshecho, y pedía a los magos de su corte le declarasse­n qué sueño avía sido aquél y la significac­ión dél; y nunca pudieron satisfacer­le (…) El profeta Daniel, teniendo noticia de cómo el rey mandava matar a sus sabios, alcançó de Dios en sueños lo que Nabucodono­sor desseava saber; y assí lo hizo primero el sueño, y con él la soltura, conviene a saber su interpreta­ción”.

El sueño y la soltura. Alguna vez encontrarí­a estas palabras de modo inmejorabl­e en la obra de Fernando de Rojas, escrita más de un siglo antes que el Tesoro…, cuando el personaje de la Celestina responde a una pregunta del personaje Sempronio: “Díjele el sueño y la soltura”. Me encanta repetírmel­as. No sé si dentro de cuatro o cinco siglos la frase “le adiviné” o “le interpreté los sueños” sonará al menos tan extraña; porque, tan rica, y tan bien, nunca: “Díjele el sueño y la soltura”. Vuelve a sorprender­me el modo en que luego de la contraída y cerrada jota las letras se sueltan en la e y nos vienen y envuelven los dulces sonidos en ele, en ese y en u.

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