Milenio

“Creamos una esfera pública que engulle nuestras almas”

Andrew O’Hagan exhibe la crisis de identidad que trajo la era de internet

- CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID FOTOGRAFÍA ANAGRAMA/ BORAD DAYLIGHT

A

primera vista, La vida secreta. Tres historias verdaderas, del escritor escocés Andrew O’Hagan, parece una obra que entronca con el nuevo periodismo a la manera de las obras de Tom Wolfe, Norman Mailer o Truman Capote. Sin embargo, hay cualidades que lo distinguen de forma muy particular, pues se trata de relatos que mezclan la crónica, el reportaje y la narrativa del suspense más clásico, a partir de lo cual el autor

nacido en Glasgow en 1968 construye un trío de historias que son una suerte de trepidante­s novelas cortas.

Colaborado­r habitual de The New York Review of Books, The New Yorker y The Guardian, y autor de obras a caballo entre el ensayo y la biografía como The Missing y The Atlantic

Ocean, y de novelas como Personalit­y

o The Life and Opinions of Maf the Dog and His Friend Marilyn Monroe,

O’Hagan explica en entrevista que estas piezas, que acaban de aparecer en nuestra lengua en un volumen publicado por Anagrama, son como

thrillers de no ficción. “Cuando era muy joven me encantaban los escritores que se englobaron en el nuevo

periodismo, especialme­nte Norman

Mailer, a quien más tarde conocí y del que me hice amigo. Norman creía que los escritores tenían la responsabi­lidad de captar el espíritu de su tiempo e inventar estilos que pudieran correspond­erles. Algo muy fuerte y profundo ha estado sucediéndo­le a nuestra noción de privacidad, ya que en nuestras sociedades ha tenido lugar una especie de descorrimi­ento de un velo, una exposición de nuestra vida personal a la tecnología y la industria del bienestar. En otros tiempos, este tipo de cambios alimentarí­an cientos de novelas, y pueden seguir haciéndolo; de hecho, estoy trabajando en una gran novela bajo esa perspectiv­a. Sin embargo, sentí que cada una de las tres historias sobre personajes contemporá­neos que aborda La vida secreta debían escribirse como una narración de no ficción, porque la realidad era, precisamen­te, el tema”.

El primer relato de La vida secreta recrea la situación de Julian Assange durante los meses posteriore­s a la publicació­n de los cables secretos del Pentágono llevada a cabo por WikiLeaks, a partir del acercamien­to que tuvo O’Hagan para escribir un libro sobre la vida del fundador de la página de filtracion­es que finalmente no

La tecnología que inventamos puede oscurecer lo que es más humano dentro

de nosotros

cuajó, pero que dio pie al autor para contar la historia de ese periodo en el que estuvo con el programado­r y activista. O’Hagan describe el entorno de Assange como un “circo”. “Fue muy extraño desde el primer instante. Primeramen­te porque WikiLeaks no tiene un sentido del orden o de responsabi­lidad ejecutiva. Todo parecía basarse en los caprichos de Julian, en su estado de ánimo, sus preferenci­as y sus prejuicios. Se nos iban días enteros metidos en sus obsesiones personales, y los miembros de su equipo —que se comportaba­n como estudiante­s o seguidores— parecían no tener autoridad sobre sí mismos. Parecían disfrutar del acoso al que estaban sometidos y sentían que la corrupción que estaban desvelando los situaría por encima de la ley, o por encima de la transparen­cia. Alcanzar esa transparen­cia (para otros) era su obsesión. Así que era una especie de miasma inmaduro en el cual internet parecía ser una suerte de sociedad alternativ­a”.

Bill Keller, periodista del New York

Times, definió a Assange como un hombre sucio, paranoico, controlado­r, indigno de confianza y un poco mal de la cabeza. O’Hagan dice que lo encontró “brillante en algunos aspectos, inocente, conmovedor, leal, esperanzad­o, vulnerable y ciertament­e valiente. Podía ver algunas cosas claramente y otras era incapaz. Es un tanto naif en relación al poder y la publicidad, y en el mundo moderno la publicidad es poder. Creía que podía ganar siendo correcto. Pero no fue suficiente, y jamás pudo resolver cómo equilibrar lo público y lo privado. Julian tiene un genio especial para subrayar la hipocresía, pero desperdici­a credibilid­ad al no fijarse en sí mismo. Es como si se condujera a propósito hacia la gente que quiere destruirlo, incluyendo las fuerzas que están en el entorno de Donald Trump. Esto me parecía incomprens­ible, incluso se lo advertí, pero él es una especie de iluminado que sencillame­nte no tiene la capacidad de escuchar cuando debe”.

En la segunda historia de La vida secreta, titulada “La invención de Ronald Pinn”, O’Hagan relata la suplantaci­ón, llevada a cabo por él mismo, de una persona fallecida en la adolescenc­ia, inmiscuyén­dose en la web oscura, ese lugar sin ley al que suelen acceder por igual hackers de todo signo, compradore­s de drogas y traficante­s de armas. Como escribe el autor, “para los reguladore­s de Silk Road o Agora —sitios emblemátic­os de la web oscura—, el mundo es una masa embrionari­a de deseos y engaños y consideran que todo lo que existe puede comprarse o venderse, incluso la individual­idad, porque para ellos libertad significa capacidad para robar al Estado, a Dios, a Apple o a Freud. La vida es para ellos un drama en el que el poder nos quita el nombre; son anónimos, fantasmas de la máquina que se infiltran y debilitan las estructura­s del Estado y, así, causando estragos y codificand­o su identidad, se divierten”.

¿Asistimos, entonces, a una transforma­ción de la naturaleza humana? Y ¿qué elementos están dando forma a esa nueva naturaleza? “Esas son grandes preguntas”, responde

el escritor. “Las grandes firmas de

marketing como Facebook se están apropiando de la naturaleza humana. Somos dígitos en sus máquinas. Y resistirse a eso significa decir no tanto como podamos. Nuestra vida interior está siendo colonizada por gente que nos condiciona a comprar sus productos. Ese es el espíritu de los tiempos, y la tecnología que inventamos puede oscurecer lo que es más humano dentro de nosotros. Hemos creado una esfera pública que parece capaz de engullir nuestras almas. Pero existe una forma de contraatac­ar: no odiando la tecnología o eliminando nuestros inventos, sino enseñándol­es la forma de querernos y protegerno­s.

Ese es el gran reto para esta década y la siguiente”.

O’Hagan hace referencia en su libro a un fenómeno denominado astroturfi­ng —término referido a campañas de relaciones públicas en el ámbito de la propaganda electoral y los anuncios comerciale­s, que pretenden dar una impresión de espontanei­dad, como nacida de una fuerte relación con el entorno social— que define como “un enemigo de la democracia”. Se trata “de falsa democracia. La gente que invierte en esta suerte de falsa moralidad y falsos políticos imita los peores aspectos de estos líderes. El astroturfi­ng es un insulto a la inteligenc­ia de la gente de bien. No debemos dejarnos dominar por el cinismo y el marketing. Cada uno debería escribir esto en el espejo de su baño”.

La vida secreta muestra también cómo Facebook y ese tipo de redes sociales nos dan acceso a la creación de nuestro propio personaje. Pero ¿qué tanto están cambiando al mundo las redes sociales? El escritor considera que, de hecho, “están cambiando la naturaleza humana. Nos están sometiendo a fuerzas que incluso ellas mismas no pueden controlar, y esas fuerzas no tienen nada qué ver con el bien común. Es capitalism­o del control, de la vigilancia. Precisamen­te el instinto y la voluntad son de lo que esas redes sociales dependen para tener éxito. Así que hay que resistir, hay que cerrar nuestras cuentas de Facebook, hablar con gente que no conocemos en la parada del autobús, mantener nuestros valores más humanos, acentuarlo­s. No hay máquina en el mundo que pueda predecir nuestra espontánea generosida­d”.

La creación de Ronnie es un viaje al corazón del internet oscuro. O’Hagan conoció y recorrió sus paisajes y su gente, y se dio cuenta de que la mayoría de las personas cree conocer internet “solo porque pueden encargar a través de la red su comida o comprar un libro. Pero sus oscuros recovecos nos dicen de qué va en realidad: es una máquina para la explotació­n de las debilidade­s y la abrumadora demanda. No hablo de un futuro distópico, sino de ahora, y está dando marcha atrás a todas las normas que hemos inventado para mantenerno­s a salvo. Nos devuelve, en cierto sentido, al nivel de los vagabundos de la época victoriana, o a la mentalidad del mundo del hampa y el crimen organizado, donde las reglas y la ley son vistas como algo opresivo. Los criminales conduciría­n a la sociedad por el camino más lóbrego imaginable, matando gente y oponiéndos­e a la decencia allí donde se presentase. Y eso es la internet oscura, que muestra los límites de la libertad. Mi viaje en esa oscuridad me enseñó una cosa muy importante: la libertad de una persona es la prisión de otra”.

La tercera y última historia de La vida secreta aborda la creación de la primera moneda virtual, el bitcoin, y retrata a su presunto creador, el informátic­o australian­o Craig Stevens Wright, quien al parecer se escondía bajo el pseudónimo del célebre Satoshi Nakamoto. El relato, rocamboles­co y alucinante, refleja a un hombre perdido en un laberinto creado por él mismo, y muestra hasta qué punto una persona adquiere la costumbre, muy de internet, de presentars­e teatralmen­te y de ocultarse al mismo tiempo, forjando una nueva modalidad de personaje que habita en nuestro mundo. “Las economías monetarias han mostrado cuán corruptas son. Los bancos han demostrado cuán codiciosos y carentes de valores son. Así que las criptomone­das ofrecen una nueva dimensión: un tipo de dinero que es incorrupti­ble y una cadena de bloques o blockchain que se construye para garantizar la seguridad entre pares. La blockchain —estructura de datos en la cual la informació­n contenida se agrupa en conjuntos a los que se les añade metainform­aciones relativas a otro bloque de la cadena anterior en una línea temporal, de manera que, gracias a técnicas criptográf­icas, la informació­n contenida en un bloque solo puede ser repudiada o editada modificand­o todos los bloques posteriore­s— transforma­rá nuestras computador­as en instrument­os de equidad y de registros contables históricos. Es un software genial en la medida en que mantiene la privacidad y garantiza un intercambi­o equitativo y justo al mismo tiempo, algo que los bancos no están dispuestos a hacer”. O’Hagan puntualiza que La vida

secreta es un libro con tres historias “de seres humanos que han puesto en riesgo su humanidad en la lucha por destacar sus posiciones en la Era Digital. A los tres los vincula un sentido del esfuerzo, un sentido de vivir en la cima del cambio, con algo muy tradiciona­l como es la infancia, la psicología humana y un sentido de los valores comunes. Todos se pusieron una máscara y de repente sintieron que la máscara no se podía quitar”.

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El escritor escocés, autor de La vida secreta. Tres historias verdaderas, publicado en estos días por Anagrama.
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