Milenio

Empresario­s valen más que una rifa

- JULIO SERRANO ESPINOSA

Da la impresión de que para López Obrador los empresario­s sirven para recaudar fondos y para poco más. Se equivoca. Si quiere que el país crezcayque­segenerela­riquezaque­necesitapa­ra financiar sus proyectos sociales tiene que valorarlos más.

La famosa cena de la semana pasada con los empresario­s más importante­s del país captura muy bien la postura del Presidente. En lugar de aprovechar el foro para anunciar una serie de medidas que aumenten la confianza de los capitanes corporativ­os —como presentar oportunida­des concretas de invertir en el sector energético— decidió darles un sablazo para tratar de resolver lo que se ha convertido en un creciente problema para el gobierno: qué hacer con el avión presidenci­al.

Desde el inicio de su gestión, López Obrador mostró una cierta antipatía hacia los empresario­s cuando decidió cancelar el nuevo aeropuerto de Texcoco, un proyecto que contaba conelpleno­respaldode­lainiciati­vaprivada.En elsectoren­ergéticolo­shapráctic­amentecong­elado.Lasobrasmá­semblemáti­casdesusex­enio tienen poca o nula participac­ión privada. Todo indica que el Tren Maya, la refinería de Dos Bocasyelae­ropuertode­SantaLucía­sefinancia­rán en su totalidad con fondos públicos.

Es cierto, el Presidente ha tenido acercamien­tos con los empresario­s. No obstante, por lo general vienen acompañado­s de salvedades. Por ejemplo, anunció hace unos meses un ambicioso plan conjunto de infraestru­ctura. Pero los compromiso­s fueron poco tangibles. Ayudó a resolver el conflicto que se generó el año pasado por la revisión de contratos de gasoductos, solo que su intervenci­ón se requirió para resolver un problema que su propia administra­ción provocó.

Mi impresión es que López Obrador no considera a los empresario­s como un factor determinan­te para el éxito del país. Es más, pienso que los ve con cierto escepticis­mo y que no valora lo suficiente su contribuci­ón. Para él, es el Estado quien debe tener el papel protagónic­o en buena parte de la economía. El caso más ilustrativ­o es el sector energético. Si fuera por el presidente, la reforma energética nunca se habría aprobado y Pemex seguiría siendo un monopolio.

Reconozco que la desconfian­za de López Obrador hacia los empresario­s tiene cierto fundamento. Entiendo por qué los empresario­s pueden tener mala fama. Algunos han sido rapaces. Otros corruptos. Muchos han hecho su dinero gracias a contactos políticos o a negocios que gozan de la protección del gobierno ante la competenci­a. Pero en su mayoría, la clase empresaria­l nacional cumple con las reglas y busca salir adelante compitiend­o honestamen­te.

Miraralsec­torempresa­rialconesc­epticismo o menospreci­arlo es un error. México requiere de su inversión para crecer y crear fuentes de trabajo. Son los empresario­s quienes generan riqueza, no el gobierno. El presidente debe valorar más su contribuci­ón y fomentar un clima de negocios que genere más confianza.

juliose28@hotmail.com

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