La vida íntima de Christopher Isherwood
Hay una generación de escritores homosexuales que al inicio del siglo XX consideraban a Estados Unidos nación cosmopolita, incluyente, sobre otros países que ya probaran haberlo sido: algunos emigraron por capricho; la mayoría huía del nacionalsocialismo que amenazaba, en este caso, a Inglaterra. Christopher Isherwood (1904-1986) nunca fue víctima del régimen impuesto en el continente, pero sí provocó que su producción literaria morara entre las sombras de escándalos históricos.
Como escritor poco prolífico, le bastaron unas cuantas obras para adquirir fama, pues los títulos parecían guiones que inspiraban a aclamados artistas y populares cineastas. Las crónicas, aunque no puedan considerarse originales temáticamente, proyectan un estilo que por sencillo tiene una complejidad discursiva. El quehacer prosístico de Isherwood abarca desde lo autobiográfico hasta colaboraciones con W. H. Auden.
Pareja del pintor Don Bachardy (quien alcanzó el éxito por elaborar retratos) vivieron juntos hasta la muerte de él y ambos eran amigos de los entonces íconos Gore Vidal y Howard Austen. En la década de los 30 había una apertura sesgada respecto a la homosexualidad, mas Isherwood asumió una postura política y personal mediante la escritura, volviéndose un célebre héroe de la liberación gay.
Protesta contra conductas hipócritas que asume la sociedad en tanto a la liberalidad
Un hombre soltero (Acantilado, 2019), adaptado al cine por Tom Ford (que carecía de experiencia en el ámbito cinematográfico), resultó tan aclamada por la crítica que promocionó la novela. Al publicarse, adquirió el tono de un tratado acerca de las dificultades que implica la falta del amado cuando la preferencia sexual margina.
Evitando engañar cualquier inteligencia, Isherwood se proyecta en el protagonista, George, un profesor universitario incapaz de superar la reciente pérdida conyugal durante 24 horas experimenta una serie de intrigas que cuestionan antiguas decisiones personales. Ambientada en el sur de California, en la época del conflicto entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba, parece inherente lo dramático.
El libro, breve e intenso, evidencia nuestra percepción respecto al género aplicando un criterio de equidad; Isherwood protesta contra conductas hipócritas que asume la sociedad en tanto a la liberalidad, tergiversando decadencia y progreso. Una lectura de culto que muestra facetas sofisticadas de la discriminación que subyace y condena por naturaleza.