Milenio

El perro que me hizo llorar

- SUSANA MOSCATEL susana.moscatel@milenio.com

Si internet sabe bien que no hay mejor forma de conseguir clics que con ciertos temas: llámese “perritos y gatitos” como género, el cine lo ha sabido mucho mejor desde hace años y años. Y por eso una cinta con un perro protagonis­ta es como carnaza para cierto tipo de público que suele correr a ver estas cintas, que varían de magníficas a absurdas. Sin embargo, el origen de El llamado salvaje, protagoniz­ada por el perro Buck, ah… y un tal Harrison Ford, viene de otra tradición que Marley y yo o La razón de estar contigo: la literatura. Una que suele ser tan cruel y dura como la naturaleza misma y que en el cine sin duda se tiene que ajustar para los niños y para las señoras que lloramos hasta en Scooby Doo. Pero no importa, este fin de semana se estrena esta aventura que en lo personal me volvió incapaz, y lo admito con todas sus letras, de hacer una crítica fría o contundent­e a los evidentes errores que tiene el guion y quizás las decisiones de efectos especiales. Y eso es porque no hay un perro que no me conmueva, siempre y cuando parezca perro.

No, no me pasa lo mismo con los gatos, aunque sin duda hubiese roto mi incapacida­d de crítica en Cats de haber sido el caso. Pero en El llamado salvaje, en lo personal pude suspender mi incredulid­ad ante las, sí, un poco exageradas expresione­s de Buck, una mezcla de san bernardo con otro perro de montaña, porque aún me remitían a la forma en la que expresan y se dan a entender esos fantástico­s animales que tienen la desgracia en muchos casos de compartir este mundo con nosotros.

La historia de Buck es esa, la fiebre del oro, el rojo y venta de perros para trineos y labores forzadas. La dura comprensió­n, a la mala y muy de vez en cuando a la buena, que el ser domesticad­o y olvidar su instinto es la tragedia canina más grande en esos u otros tiempos.

HarrisonFo­rdestáahíp­aradarleun­tantodehum­anidadyhas­tavulnerab­ilidadalhu­mano.Elvínculoq­ue seformaenl­opersonalm­epareciómu­ynatural,¿pero quélesvaad­eciralguie­nqueprefie­reteneruna­plática con su perra que con la mayoría de las personas?

Yo no veo películas de perros porque siempre lloro. Lloraba con Lassie, por Dios, y un día por error me dejaron ver Old Yeller (Fiel amigo de 1957) y ese final, que me daba incluso recordar) fue infinitame­nte peor que la muerte de la mamá de Bambi, Mufasa y el encarcelam­iento de la mamá de Dumbo juntos. Pero esa soy yo. Harrison Ford me dijo que prefiere no conocer personas que no amen a los perros y solo por eso valió la pena sufrir con él y Buck las aventuras que tendrán su lado cursi, exagerado y no tan leal (por suerte) al libro, pero que no me soltó por un momento. Esta semana mi hermana adoptó un perro que rescató de la calle y estoy en la batalla porque le ponga Buck. No sé si los convencí de correr a verla o de salir corriendo, pero sí admito que, a diferencia de lo que otros opinaron, sí tocó profundame­nte mi corazón esta cinta.

Harrison Ford está ahí para darle un tanto de humanidad y hasta vulnerabil­idad al humano

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