La pureza del uno a cero
Existen dos razones para defender un estilo, a veces puede encontrarse coartada en la identidad “acidorribonucleica” de un equipo, y otras veces menos poéticas, en la aritmética que provocan los resultados. Ambas fórmulas funcionan para justificar una forma de jugar. Descontando que cuando se gana a cualquier costa, los triunfos deportivos pierden belleza; y cuando se pierde más de la cuenta, no hay afición que soporte el fundamentalismo de una escuela.
En esa brecha que divide al deber del querer, se encuentra el Atlético de Madrid. Al que se le estaban agotando las razones para sostener un estilo de juego que fue elevado a estilo de vida: más que una crisis deportiva, el Atlético cruzaba una crisis existencial. Reconstruido por Simeone, alcanzó las cumbres más altas de su centenaria historia sin renunciar a un solo centímetro de ese juego montañoso que le convertía en un equipo inaccesible para sus rivales: derrotarlo era una cuestión de fe.
Pero como todas las corrientes, el “Cholismo”, a pesar de representar el lado áspero del futbol, también encontró en la resistencia al tiempo su mayor desgaste. Después de muchos años y millones invertidos en el mismo método, algo empezaba a consumirlo: la paciencia. Al sistema de pesos y medidas
Vencer al Liverpool se convirtió en una tarea imposible en Inglaterra y poco probable en Europa
que balanceaban su propuesta, le quedaba un clavo ardiendo.
El equipo más vigoroso y encendido del futbol mundial, visitaba su estadio. Vencer a este Liverpool se convirtió en una tarea imposible en Inglaterra y poco probable en Europa, aun para la mejor versión que el mundo conocía del Atlético. Así que en medio del trance más complicado de su historia reciente, el equipo de Simeone tuvo que tomar una decisión de vida: morir con la suya. El partido de su resurrección fue sellado con una victoria pura y dura: uno a cero; ni más, ni menos. Pero suficiente para humanizar al poderoso Liverpool y confirmar que el estilo de un equipo, es lo único que no pude perder. La última palabra como siempre en estos casos la tienen lugares como Anfield Road, un estadio capaz de cambiar el destino, alterar el clima y ganar por sí solo un partido de futbol. El problema es que recibirá al Atlético, un club que logró sobrevivir a lo peor de sí mismo.