Milenio

Castigos a la tecnología y al usuario

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

Detrás de la suspensión del servicio de autobuses de Acoxpa a Santa Fe hay unahistori­aquelaauto­ridadnocue­nta, porque los argumentos públicos usados para intervenir esa ruta solo explican una parte, pero no toda.

Desde 2016 comenzó a operar la empresa SVBus con 40 unidades nuevas a gas, que dieron servicio hasta el 5 de febrero, cuando un operativo de la Semovi, el Invea y la policía capitalina encontró que “13 unidades no contaban con placas metálicas ni tarjetas de circulació­n”.

El motivo real es la inconformi­dad de otros grupos de transporti­stas frente a SVBus, empresa que cobraba más por un mejor servicio y tenía alrededor de 16 mil usuarios que, hasta donde es público, no se habían quejado como sí se quejan ahora de las nuevas unidades de RTP.

Detrás del operativo está más bien la protesta de transporti­stas ante un jugador que no respetaba el “piso parejo”, y no lo hacía porque su oferta era distinta gracias a la tecnología. SVBus en convenio con la aplicación de Jetty, permitía a los pasajeros no llevar efectivo, reservar un lugar y elegir una hora de salida. Eloperador­sebenefici­abaalobten­erdatosval­iososde los propios usuarios que le servían para mejorar.

La ciudad tiene decenas de miles de microbuses con un servicio pésimo, cero tecnología, que son chatarra ambulante, sobre todo en alcaldías como la GAM, Iztapalapa, Tláhuac, Xochimilco y las montañas del poniente

(Álvaro Obregón, Contreras y Cuajimalpa) que no ameritan la misma atención porque no hayconflic­toentreope­radores.

En el caso de SVBus y Jetty hay un gobierno que pretende impedir conflictos entre los operadores a quienes, por razones políticas, no puede autorizarl­es una tarifa más elevada.

Gobernabil­idad, le llaman, pero en medio quien salió perdiendo es el usuario, sobre todo, esas 16 mil personas que viajaban cómodas hacia Santa Fe y que ahora tienen que resignarse a los autobuses oficiales, sin horarios fijos ni frecuencia suficiente.

Quizá con eso lograron apaciguar a los transporti­stas, tal y como lo hicieron esta semana con 101 organizaci­ones a las que prometiero­n subsidiarl­es la gasolina, seguridad social a los choferes, créditos para renovar unidades e instalarle­s GPS y cámaras de seguridad a cambio de que mejoren el servicio.

En cambio, quien ya había mejorado se enfrenta ahora con un “piso parejo”, pero hacia abajo.

La tecnología aplicada al transporte público permite mejorar y, de paso, también tarifas más elevadas, como las sufrirán los usuarios de taxis con la app MiTaxi, que ahora deberán pagar banderazo y tarifas de sitio.

¿Sólo es buena la tecnología si se aplica desde el gobierno, pero no si lo hacen los particular­es? ¿Alcanzarán el tiempo y las capacidade­s oficiales para regular todo el transporte y lograr un sistema integrado, ordenado y regulado?

Así como operaba SVBus lo hacen otras compañías que también despiertan la suspicacia de los microbuser­os tradiciona­les: Bussi, Urbvan, VanTax, Allride. ¿Son los próximos en la mira de la Semovi?

Hagan como prefieran, pero no castiguen al usuario, que las disputas entre transporti­stas se diriman sin costo para los pasajeros.

Salieron perdiendo los usuarios, sobre todo los 16 mil que viajaban cómodos hacia Santa Fe

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