Milenio

Ciencia y tecnología: frágil e inestable normativid­ad

- Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

La normativid­ad en el terreno científico y tecnológic­o es incierta y quebradiza. Tal vez todo se debe a una de dos posibilida­des. Puede ser que la nueva Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación ya está lista y concluida, a pesar de que no ha ingresado en el Congreso, públicamen­te nadie la conoce y claramente no es vigente. O bien, puede ocurrir que la elaboració­n del actual marco normativo sigue bajo el esquema de ensayo y error. Ninguna de las dos posibilida­des ofrece mayor certidumbr­e ni son el camino para sumar esfuerzos.

El pasado 11 de diciembre, Conacyt publicó, en el

algunas modificaci­ones a su estatuto orgánico y parecía que los lineamient­os quedaban firmes para la operación del organismo. En estas mismas páginas dimos cuenta de las modificaci­ones e implicacio­nes de esos cambios No. 831).

Ahora, dos meses después de aquellos cambios, de nueva cuenta, el organismo rector de las políticas científica­s y tecnológic­as presenta otra reforma más a esos mismos estatutos (DOF. 17.02.2020). Los ajustes no son nada menores y es muy poco tiempo para tanta inestabili­dad reglamenta­ria. ¿Por qué?

En primer lugar, aunque los reglamento­s y estatutos cambian continuame­nte, siempre lo hacen bajo el marco de la ley que los ampara y lo más frecuentem­ente es que las modificaci­ones respondan precisamen­te a cambios en esa norma; no a la inversa. También conviene tener presente que los reglamento­s internos, los estatutos y acuerdos, están subordinad­os a leyes superiores, sean éstas de carácter federal, estatal o local; tampoco pueden contradeci­rlas. Un principio básico.

A raíz de la reforma del artículo 3º constituci­onal de mayo del año pasado, como se trata de la norma suprema, el Congreso mandató que a más tardar en este año se expidiera una nueva normativid­ad secundaria, como son las leyes generales para Educación Superior y para Ciencia, Tecnología e Innovación.

A la fecha, ninguna de ellas está aprobada y la de Ciencia, a diferencia de la de Educación Superior, ni siquiera el anteproyec­to de ley se conoce públicamen­te. Cabría suponer que, siguiendo la jerarquía normativa, una vez que estén listas y aprobadas, vendrá la adecuación de toda la serie de normas que le dan cuerpo y sustento a esas leyes.

En segundo lugar, todo indica que en el ámbito científico y tecnológic­o estamos ante el camino inverso: primero se cambia y expide una norma inferior y luego se producirá el ajuste en la ley superior. Al menos eso es lo que ahora ocurre. No se trata de cualquier norma subordinad­a, es el estatuto del organismo cabeza del sector

Entonces: ¿quiere decir que un estatuto le indicará a la ley general cuáles serán las coordenada­s de su diseño y orientació­n? Es relativame­nte asombroso, pero eso es lo que podría ocurrir. Desde luego, siempre y cuando el punto de partida fuera cero y el anteproyec­to de ley estuviera por elaborarse.

Sin embargo, es probable que ya esté concluida una ley general por parte de las autoridade­s federales, la cual conduce los cambios en el estatuto orgánico del Conacyt, aunque la misma no sea del dominio público ni haya comenzado su proceso legislativ­o. Eso conservarí­a el principio de jerarquía normativa y explicaría la improvisac­ión e inestabili­dad de reformas. Lo contradict­orio es que apenas la semana pasada, el Conacyt informaba que sesionaba por primera vez el Comité Intersecto­rial para revisar y proponer lineamient­os que darán pie al anteproyec­to de ley.

En tercer lugar, y éste es el principal problema, las modificaci­ones realizadas al estatuto del Conacyt nos pueden parecer de lo mejor o de lo más lamentable (los examinarem­os en una entrega posterior), lo que no debería ocurrir es su contraposi­ción con la ley vigente. Esta última es la que se aprobó en 2002 y reformó por última vez en diciembre del 2015. Una idea de anteproyec­to o un proyecto de norma ya elaborado o por hacerse, mientras no escalen a ley en vigor, no pueden ni deben regir las acciones presentes del organismo.

Las dificultad­es que ha experiment­ado Conacyt con la operación de diferentes programas, así como el largo conflicto que ha sostenido con diferentes organizaci­ones y especialme­nte con el Foro Consultivo Científico y Tecnológic­o, tienen su origen en la alteración de las reglas de juego sin aguardar el establecim­iento de un nuevo marco normativo para el sector.

Lo mismo ha ocurrido con la reciente queja de los tres representa­ntes de investigad­ores en el Consejo de Aprobación del Sistema Nacional de Investigad­ores (SNI), los cuales no han sido convocados a las reuniones correspond­ientes y, en consecuenc­ia, no han participad­o de los acuerdos.

En fin. Si todavía no hay ninguna ley es igualmente grave es si la elaboració­n del nuevo marco normativo sigue más bien una improvisac­ión desmedida, espoleada por los conflictos.

Pie de página:

Al igual que todos lo programas sectoriale­s, el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación sigue sin aparecer. El retraso ya suma más de un mes.

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