Milenio

Los tiempos del barro

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Antes de jugar sobre alfombras re peinadas, con balones muy ligeros, botas sintéticas, camisetas impermeabl­es y canchas calefactad­as existía un futbol en el que al final de cada partido, apenas podía distinguir­se al equipo local del visitante: eran los tiempos del barro que cubría a los jugadores de pies a cabeza con el camuflaje de las guerras. De aquella época saben mucho los cuadros septentrio­nales: ingleses que se batían bajo tormentas en campos convertido­s en ciénagas, y los clubes vascos, que en los viejos San Mamés y Atocha, defendían a piedra y lodo la frontera norte del futbol español. Con los años, el puesto de jardinero se volvió clave en el progreso del juego, enterrando los estilos rurales y dando paso al futbol sedoso que permite al balón circular sin sobresalto­s y a los jugadores no ahogarse en charcos ni hundirse en pantanos. Organizaci­ones oriundas como el Athletic Club de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebastián, fundadas en robledos y encinares, sostenían que el futbolista era una conjunto de músculos y huesos capaz de machacar rivales a cabezazos. Esa fue la estirpe que alimentó desde principios del siglo pasado al futbol peninsular y buena parte del latinoamer­icano. Junto al británico, el futbol vasco inoculó equipos en España,

Fue un instinto y un carácter que definió su forma de jugar a partir de su forma de vivir

Argentina, México, Chile y Uruguay. Fue una tendencia, un instinto y un carácter que definió su forma de jugar a partir de su forma de vivir. Hasta que el cambio climático del futbol mundial apoyado en la tecnología, obligó a esta clase de equipos invernales a transforma­r su naturaleza. Empezaron a criar una especie de futbolista muy distinta a la que habían parido durante un siglo. La nueva casta vasca, pulida en las canteras de Lezama y Zubieta, tuvo que aprender a bajar la pelota al suelo y correr en prados empastados. Se trata de uno de los casos mejor documentad­os acerca de la evolución del juego. Finalistas de la Copa del Rey, Athletic Club y Real Sociedad reeditan una colección de pioneros y antiguos campeones a quienes el clima no pudo vencer. Son los clásicos equipos con botas de cuero, balones de cuerda y uniforme de lana, a los que más de un siglo después, el barro permite mirar sus rayas.

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