¿Sabemos cuántos son realmente?
El tema de las pruebas para detectar el contagio del Covid-19 es muy sencillo de entender: mientras más sepamos quién es portador, más podemos tomar medidas para aislar a esa persona y evitar que trasmita el virus a los demás. Precisamente por ello es que Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la Organización Mundial de la Salud, insiste en que hay que realizar “pruebas, pruebas y pruebas”.
Aquí parecemos no habernos enterado todavía y alguno de nuestros responsables sanitarios ha llegado a decir que no son tan necesarias porque al final lo que realmente importa es el tratamiento que se le dará a un paciente afectado de sus vías respiratorias. No sé si esta postura resulta de que el aparato de salud de este país no cuenta siquiera con un número mínimamente adecuado de reactivos para tomar muestras a las personas o si la política del Gobierno de la 4T es mantener deliberadamente baja la cifra de casos comprobados —en oposición a los que puedan ser casos reales— y ofrecer así un panorama, digamos, no muy preocupante.
Algunas estimaciones hablan de que la cantidad de contagiados en la gran mayoría de los países es diez veces superior a la que registran las pruebas y que esos individuos de la especie, que no experimentan todavía síntoma alguno porque el período de incubación del nuevo coronavirus puede durar hasta 24 días, son una fuente de contagio sin que ellos mismos se den cuenta, por no hablar de la desaprensión de la gente que los rodea. Estaríamos entonces hablando de que esta pandemia puede alcanzar dimensiones terroríficas siendo ya que los servicios de salud en España e Italia se encuentran seriamente desbordados y que ha habido escenas, en algún poblado de Lombardía o del Véneto, en que los ataúdes tienen que ser transportados en camiones del Ejército porque las funerarias no se dan abasto.
Lo más inquietante, en un país como México, es que, llegado el momento en que la población se sienta totalmente desprotegida y amenazada, comiencen a tener lugar saqueos, motines y violencias. Nos percibimos a nosotros mismos como un pueblo solidario y generoso pero somos también fundamentalmente desobedientes, no confiamos en el Estado y despreciamos por principio el bien común. Por lo pronto, estamos haciendo muy pocas pruebas…
Estiman 10 veces mayor la cifra de contagiados a la de las pruebas