Los días difíciles: discordia y solidaridad
EBenito Juárez, 1856
l momento actual es difícil, muy difícil. A México le esperan semanas decisivas, en donde la unidad de esfuerzos será esencial para combatir al virus. Ya se ha abierto una brecha enorme entre la conducción gubernamental de las acciones contra la pandemia y la opinión de algunos expertos y organizaciones científicas que cuestionan la ruta gubernamental. A ello han contribuido las disposiciones dictadas por las propias autoridades (una de las más conspicuas, la del domingo 15, en que coinciden erráticamente un Estadio Azteca vacío y un Foro Sol con decenas de miles de asistentes). A su vez, la creciente polarización política que se vive en el país desde 15 meses atrás, reflejada en los medios de comunicación y redes sociales, se ha exacerbado conforme avanza la propia crisis sanitaria y, ahora, económica. No obstante, este panorama de desencuentro confluye en un reconocimiento común: el futuro inmediato es de incertidumbre y las cosas irán de mal en peor, como ha sido la regla en otros países (según lo expresó el Dr. López Gatell el martes pasado, en torno a lo que viene: se pasará, inevitablemente, “de la propagación lenta del virus a la rápida”). De ahí la vigencia del pensamiento Juarista, expresado en aquellos aciagos días de la fratricida Guerra de Reforma.
La alerta de Bill Gates, contenida en su artículo del 2 de marzo (“¿La pandemia del nuevo siglo?, del cual se hizo una breve mención aquí la semana pasada), parece adquirir mayor vigencia conforme avanza la infección en el mundo y de la cual México no es excepción. En ese texto, como se apuntó, su autor diagnosticaba la situación, sugería acciones a emprender e identificaba retos que deberán afrontar las diferentes sociedades nacionales y sus gobiernos.
Por lo que se refiere a todos esos aspectos, Gates indica que: a) el virus debe asumirse como “el patógeno del siglo”, que constituye una gran amenaza y que se transmite de modo muy eficaz: “ha causado ya diez veces más muertes que el SARS en un cuarto del tiempo”; b) que es indispensable, por parte de gobiernos y agencias sanitarias, adoptar acciones con urgencia antes que el virus se disemine por todo el orbe; c) esto significa que habrá que acelerar la investigación respecto a ello, todo lo cual presupone invertir, entre otras acciones, en vigilancia epidemiológica; d) para realizar lo anterior, se requerirá financiamiento, mucho financiamiento, con el carácter de bien público global e impulsar la cooperación internacional; e) el desafío mayor es salvar vidas, pero sin olvidar “el dolor económico que una epidemia puede imponer . . .”, como ya está ocurriendo en el mundo entero (en México los pronósticos de organismos financieros, emitidos en el fin de semana, anunciaban ya una disminución del PIB de hasta 5 por ciento en este 2020).
En un sentido similar, pero con mayor dramatismo, a esa visión se han sumado las palabras del secretario general de la ONU (19 de marzo), al referirse a la situación prevaleciente: “no tiene precedente en los 75 años de la Organización . . . propaga el sufrimiento humano, infecta la economía global y pone en riesgo a las personas . . . es una causa humana que llama a la solidaridad”.
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“LAS PRÓXIMAS SEMANAS SERÁN DEFINITORIAS SOBRE LA CONSISTENCIA DE LAS ACCIONES OFICIALES ”
En México, frente a ese ominoso escenario, la declaración conjunta de los representantes de la OMS y de la OPS, durante el pasado fin de semana (sábado en domingo en
otorgan un respaldo a la acción gubernamental desarrollada hasta ahora. Así, afirman que: a) se han tomado las medidas adecuadas, de manera coherente con las recomendaciones de la OMS; b) se tienen fortalezas en los establecimientos y en el personal médico; c) en resumen: “las cosas se están haciendo correctamente”. Sin embargo, ante estos aspectos positivos de la gestión gubernamental de la crisis, advierten: “los peores escenarios también llegarán y es impredecible saber qué ocurrirá entonces”.
Las declaraciones anteriores han tenido el doble efecto de tranquilizar, por un lado, a ciertos sectores de la población; pero también, por otro, avivar la polémica de la discrepancia y visiones encontradas. Las próximas dos o tres semanas serán definitorias sobre la consistencia de las acciones oficiales ya adoptadas. Por lo pronto, los puntos de vista contradictorios se siguen ahondando. El espíritu Juarista de aquellas palabras ¿encontrará eco entre los discordantes?