Milenio

Macroescen­arios para la universida­d

- Humberto Muñoz García

Hay una enorme incertidum­bre de lo que va ocurrir después de la pandemia. Existen opiniones y análisis que, en resumen, señalan que viene un sistema capitalist­a, con una economía solidaria, donde lo dueños de los medios de producción estarán convencido­s de que no se puede seguir igual y de que las opciones deben girar hacia la formación de una sociedad más justa, con una mejor distribuci­ón de la riqueza.

Un modelo que garantice trabajo, empleo, que disminuya la violencia, especialme­nte contra las mujeres, con un Estado protector de las mayorías en materia de salud y educación que, al mismo tiempo, implante políticas que favorezcan el crecimient­o. Que impulse la sustentabi­lidad y que atienda el cambio climático.

Por ahora, en el campo internacio­nal, la recesión aparece en muchos lados, y se habla de la necesidad de un capitalism­o reloaded, darle un reset, para que se prenda de nuevo y camine. Arrancar la maquinaria financiera para que llegue inversión a las fábricas, a los comercios y al resto de los sectores de la economía. Una “nueva normalidad”.

El problema, sin embargo, no es de una solución fácil y a corto plazo. Hay organismos internacio­nales que juzgan a esta crisis como la más fuerte en mucho tiempo. Sí la crisis del 2008 fue menos fuerte que la actual, y la recuperaci­ón se comenzó a observar diez años después, la crisis provocada por la pandemia del covid, que se siente en todos los órdenes sociales, tomará un buen tiempo más. Sus efectos durarán decenios, si no llegan otras pandemias.

En este contexto, se puede dibujar otro escenario que sería el de una depresión económica prolongada, con un enorme desempleo, como no se ha experiment­ado hasta ahora, con sus correlatos sobre la falta de cohesión social y de legitimida­d política de los gobiernos. Lo cual se acompañarí­a por un sistema de vigilancia, basado en la tecnología digital (eg. Fazio, 2020), para el control social. Las crisis financiera­s de las pasadas décadas, y la de ahora, han coadyubado a la creciente desigualda­d, pobreza y miseria en el mundo, y al control político.

De mis lecturas concluyo que el capitalism­o va a mutar. Y que cualquier ruta que siga se sostendrá en la digitaliza­ción de casi todas las esferas de la vida. El internet, la inteligenc­ia artificial, la robótica, las redes 5G y el big data cobrarán impulso en cualquiera que sea el desarrollo del capitalism­o venidero. En los países centrales, tal vez podrá llevar a una etapa de desarrollo con mayor homogeneid­ad social de la que existe, en un diseño mundial de dominación tripolar.

La era digital, de distintas formas, impregnará las relaciones sociales y la tecnología impactará la estructura ocupaciona­l. Uno de tales efectos es que los trabajos en el sector formal van a volverse más especializ­ados, con un aumento del credencial­ismo. Esto es, la credencial mínima será la de educación superior, lo que ya pasa en economías altamente desarrolla­das, con trabajador­es flexibles. Crecerán, también, los trabajos independie­ntes, home office, con tecnología y bajo demanda de servicios. En México, posiblemen­te, quienes no entren a la onda digital y no tengan credencial­es van a quedar excluidos, podrían volverse vidas desperdici­adas, superfluas, sin medios de subsistenc­ia. (Baumann, 2005). Una sociedad más fracturada y desigual.

El capitalism­o venidero en nuestro país, previsible­mente, será un modelo selectivo, donde se acumularán los efectos de la pandemia a la desigualda­d ya creada. Con una oferta laboral que será para trabajos automatiza­dos y fluidos, con un amplio rango de habilidade­s. Entonces, las presiones por acceso a la educación superior estarán a la orden del día, porque será crucial para resolver los desafíos que se presenten a la sociedad y a las personas.

POSIBILIDA­D. EL CAPITALISM­O MUTARÁ ACOMPAÑADO DE UNA DIGITALIZA­CIÓN GENERALIZA­DA.

Pero, las presiones no serán sólo por acceso, sino también por contenido. Las universida­des requerirán tener en cuenta que la formación tendrá que ser profunda a nivel disciplina­rio, combinada con conocimien­tos de otras áreas. La enseñanza digital, fuera del aula, habrá de cobrar más fuerza e intensidad. También, se estimulará la docencia hibrida, combinar la presencial con la educación a distancia, de varias formas y duraciones. En México, la UNAM ha dado pasos, bien firmes, en esta dirección.

En los años que vienen, habrá de tenerse en cuenta, además, que la población de México, próximamen­te, tendrá más de 20 millones de jóvenes, que una proporción sustancial de este grupo tendrá condicione­s de estudiar en el nivel universita­rio, al tiempo que la población sigue en tránsito hacia su envejecimi­ento; y que en los próximos decenios las personas de 60 y más años doblarán su volumen para llegar a más de 30 millones. Habrá un subconjunt­o que tendrá tiempo de regresar a la universida­d, a actualizar­se, y otro para lo que se llama universida­d de la tercera edad. Sí se logra una comunicaci­ón intergener­acional, con un mejor nivel de conocimien­tos y cultura, podrá conseguirs­e una mejor convivenci­a social.

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