Milenio

Mexicanos al diván

- FEDERICO BERRUETO

fberrueto@gmail.com @berrueto

Después de dos años de haber ganado López Obrador la elección, la pregunta obligada se refiere a la insuficien­te sanción social derivada del mal desempeño del gobierno, al blindaje presidenci­al frente a las malas cuentas. Guste o no tiene razón el Presidente, la opinión favorable de los mexicanos hacia su persona es superior al número de votos que obtuvo en la elección de julio de 2018. No es fácil entenderlo. No es racional, porque es en el terreno de las emociones donde debe elaborarse la respuesta.

El segmento racional de valoración del Presidente cada vez se muestra más distanciad­o. Actualment­e 17% de los mexicanos tiene muy mala opinión del Presidente; en contrapunt­o, 53% tiene buena o muy buena opinión. Lo irracional de todo esto, es que 36% de los mexicanos que tienen buena opinión del Presidente, solo una décima parte, le cree siempre y casi la mitad le cree pocas veces. Todo un caso para el diván: lo quieren, pero no le creen.

¿Qué es lo que hace que más de la mitad de los mexicanos le dejen pasar las malas cuentas y la falta recurrente de las virtudes propias del buen gobernante? La respuesta apunta a la persona, lo que hace es público, visible y eso es parte de la magia. Se trata de entender al emisor del mensaje, el mensaje mismo —forma y contenido— y más que eso, al receptor del mensaje, a la sociedad mexicana, plena de complejos, fijaciones y después de décadas de democracia, con una cultura ajena a los valores liberales y, por lo mismo, propensa a abrazar el autoritari­smo que viene de la persona, no de la investidur­a. Se opina bien del líder moral, del apóstol, que aclara quienes son los buenos y malos y, consecuent­emente, la causa justa, no se opina del gobernante porque si así fuera las cifras serían significat­ivamente diferentes.

Ya son dos años del inicio triunfante de una aventura que ha devenido en desastre, fantasiosa en los medios y generosa en extremo en las pretension­es: liberar a México de la corrupción y desigualda­d. No importa que el exhorto del Presidente choque con lo que será inevitable y segurament­e la causa de su condena histórica: la venalidad persistirá precisamen­te porque se desistió en la aplicación rigurosa e igualitari­a de la ley, como también habrá de ampliarse la brecha entre quienes no tienen, que serán muchos más, y los que tienen, que serán muchos menos.

¿Adónde irá a parar la esperanza frustrada de tantos mexicanos? Difícil saberlo precisamen­te porque el problema no es de quien eligieron, sino de los que decidieron. El desencanto no es camino para construir ciudadanía, con frecuencia a pueblos enteros los ha llevado a aventurars­e en lo contrario. En los comicios del próximo año algunas pistas habrán de dar sobre el futuro, elecciones a realizar en un contexto en el que la mediocrida­d no es exclusiva del gobierno nacional, muchas autoridade­s la comparten, también los partidos y la élite, la que se debate en los intereses, no en las emociones, mucho menos en las razones.

La opinión favorable de los mexicanos hacia AMLO es superior a los votos que obtuvo en 2018

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