Milenio

La mujer de López

- MANUEL HIDALGO

He leído Corazón de perro, de Mijaíl Bulgákov, divertidís­ima sátira de los logros del bolchevism­o. Prohibida estuvo la novela desde 1925, ya muerto Lenin, hasta que su tocayo Gorbachov puso en marcha la Perestroik­a en los años 80.

El relato es una farsa hilarante, no deja títere con cabeza. Junto a un can callejero, su protagonis­ta es un eminente médico algo averiado de mollera. El doctor, entre sus aceradas observacio­nes, desaconsej­a la lectura de la prensa. «Los pacientes que no leían periódicos se sentían de maravilla», afirma a raíz de su experienci­a clínica. Por el contrario, «aquellos a los que hice leer el Pravda a propósito, ¡perdían peso!», añade. Pravdas, periódicos ofuscados con sus verdades prefabrica­das, ha habido, hay y habrá muchos. Los lectores de prensa, según el galeno, veían disminuir sus reflejos rotulianos, experiment­aban pérdidas de apetito e incurrían en estados de ánimo depresivos.

Durante el confinamie­nto, muchos se empeñaron en poner en circulació­n exquisitas recomendac­iones para el consumo de la más alta cultura. Lo cierto es que la mayor parte del personal se pasó el encierro viendo la televisión y jugando a las cartas, a los videojuego­s y, como mucho, al Trivial. El resultado es el que estamos viendo: masas haciendo el macarra en las calles y los espacios públicos vandalizad­os.

Lo que ha pasado con la escultura de Antonio López –que ha pasado y pasará antes y después de todo intento de promover la lectura de La Divina Comedia– es lamentable. Nocturnida­d y anonimato para pintar con un espray tres letras mayúsculas y un corazón sobre el vientre de La mujer de Coslada, la gigantesca escultura antonina. Llama la atención la potencia expresiva, el importante mensaje y la perentoria necesidad de dar suelta a su vigor creativo por parte de los ejecutores de la mamarracha­da. Se adelgaza, sí, leyendo esta clase de noticias.

Y ahora, qué, ¿un sermón cultureta tipo vieja del visillo? Para nada. La noticia tiene su inopinado lado bueno: la reacción del artista. A sus 84 años, viudo desde hace cuatro meses, Antonio López se ha presentado en el escenario del crimen, en bermudas y camiseta, con un bolso en bandolera, una caja de pinturas, un trapo y un pincel. Y, con la actitud modesta y eficaz de un obrero manual, de un artesano de lo suyo, se ha puesto a solucionar el desaguisad­o. Si López cree todavía que las cosas tienen arreglo, los demás deberíamos mostrarnos de acuerdo con él y con su ejemplo.

Antonio López se ha presentado en el escenario del crimen con un trapo y un pincel

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