Milenio

El cine según Assayas

- FERNANDO ZAMORA @fernandovz­amora FOTOGRAFÍA CG CINÉMA

Hay diversidad de opiniones en torno a La red avispa, última película de Olivier Assayas. Unos dicen que el francés resulta ya incapaz de contar una película como se debe. Otros pensamos que para disfrutar de La red avispa hay que recordar primero aquella declaració­n de principios con la que Assayas ganó notoriedad: Irma Vep. Con esta película de 1996 no solo consiguió fascinar a la crítica del mundo; consiguió además dejar claro que también en el posmoderni­smo, con todo y sus pastiches, hay arte.

Sí, La red avispa es un pastiche pero, como Irma Vep, es un buen pastiche. La película al inicio se presenta como un thriller en el sentido más pueril de Netflix: un hombre escapa de Cuba y se vuelve parte de la red de contrarrev­olucionari­os que desea matar a Fidel. Llegados hacia la mitad, sin embargo, La red avispa adquiere la forma de falso documental y hacia el final hay aún otro cambio formal. El primer cambio está marcado por la irrupción de Gael García Bernal. Hacia el final, por una intervenci­ón de Fidel mismo. No se trata, claro, de que Assayas haya revivido a Castro para actuar aquí. Su participac­ión es mediante un clip de archivo que justifica exactament­e por qué Assayas se ha posicionad­o ya como creador de collages. Si uno explora superficia­lmente la filmografí­a de Assayas, verá que el cine para él es, ante todo, actuación. Y La red avispa tiene grandes actuacione­s, pero la que brilla por encima de todas es la de Penélope Cruz.

Corre el año de 1991. En Cuba las cosas van de mal en peor. Una mujer despide a su marido. “No llegues tarde”, le pide. Es Penélope Cruz. Y su acento colorido está a punto de hacernos soltar la carcajada. Pero la película sigue. Seguimos al marido que escapa y se va a Miami a vivir eso que los ilusos llaman el sueño americano. La cosa nos mantiene en el asiento gracias a Penélope Cruz, pero da un giro de pronto. Aparece en escena Gael García Bernal: dientes salidos, ojos porfiados y perfecto acento puertorriq­ueño. Assayas sazona la sorpresa con un cambio en el estilo. Ha comenzado el falso documental. Y puede que si uno consume lo más lineal de la narrativa Netflix encuentre chocante el cambio de estilo. Pero aun así Penélope Cruz nos mantiene fieles a la narración. Y, por más que durante unos instantes uno tiene la impresión de que Cruz está haciendo una caricatura del carácter cubano, todo lo resuelve Fidel. Su forma de expresarse, de mover las manos y el cuello es tan colorida que nos damos cuenta de que Cruz ha sido, incluso, reservada. Es posible que el descontent­o con La red avispa esté relacionad­o con el hecho de que no se decide a tomar posición política. Ni a favor de Castro ni a favor de Bill Clinton cuando ambos se enfrentaro­n en aquel asunto de los espías cubanos que lograron infiltrar al FBI en los años de 1990, pero la intención de Assayas nunca ha sido hacer política. Como creador, le interesa la historia del cine y sobre todo algo que siempre ha conseguido de modo cabal: hacer arte. Para Assayas, el cine es exactament­e esto: lucir el talento de sus actores y, particular­mente, de sus actrices. Lo apreciamos en Irma Vep y en Carlos, lo disfrutamo­s en Las nubes de María y en Asistente de compras (que son como la misma película). El cine según Assayas puede definirse así: detrás de una gran película hay una gran mujer. En el caso de La red avispa esta mujer es Penélope Cruz.

Quizá el descontent­o se relacione con que la película no toma posición política

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La red avispa. Dirección: Olivier Assayas. Francia, 2020. Puede verse en Netflix.

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