México, de los “más intensos” en uso político de Twitter
El titular de la Agencia Digital de Innovación Pública de Ciudad de México señala que la información ha formado a un ciudadano mucho más especializado en sus causas; considera que si un producto público “no lo generas en el celular, no existe”
El ciudadano del siglo XXI es —no hay duda— hiperinformado, con intereses concretos como los derechos sociales y sexuales, y no necesariamente tiene menor capacidad analítica, destaca José Merino, titular de la Agencia Digital de Innovación Pública.
Asegura también que el teléfono celular “democratiza”, pero también destaca su tiranía, pues si un producto no pasa por ese aparato “no existe”, y enfatiza que, 15 años después, ya es claro que internet puede ser usado para horizontalizar, movilizar y encauzar movimientos, pero también puede ser para espiar, reprimir y acallar.
Hoy más que nunca, información es poder.
Sí, también hoy más que nunca el exceso de información genera mayor complejidad para entender los problemas; también mayor facilidad para engañar y desviar la atención.
Pero se trata de un poder para quien posee la información: corporaciones o gobiernos. ¿Cómo se horizontaliza este poder para el ciudadano?
En el caso de instituciones de gobierno, como la Agencia Digital, tenemos muchísimas restricciones dele yen el manejo de la informacióny tenemos mecanismo s de rendición de cuentas. Siempre se explicita que la información que se re cabe puede ser única y exclusivamente empleada para los fines que se publican. En el caso de los privados es un poco más complejo porque, con frecuencia, nosotros mismos como usuarios aprobamos el acceso e intrusión a nuestros datos sin que necesariamente sepamos qué estamos autorizando.
Aunque, pese a reglas y leyes, no deja de haber resquicios (lo vimos con el caso Snowden) o tentaciones de meterle mano a datos personales.
Cuando se masificó el uso de internet, muchos pensábamos que éste iba a ser un mecanismo horizontal de transmisión de información y ejercicio de ciudadanía. Pero lo que aprendimos 10 o 15 años después es que así como internet puede ser usado para horizontalizar, movilizar y encauzar movimientos, también puede ser empleado para espiar, reprimir y acallar.
Con tanta información, a estas alturas, ¿ya se puede trazar un perfil del ciudadano del siglo 21? Creo que sí. Es un ciudadano mucho más especializado en sus causas. Temas como ingreso, bienestar o acceso a salud han sido desplazados, sobre todo en democracias industrializadas, por otras agendas como derechos sociales, sexuales, etcétera, y eso ha abierto nichos de movilización política muy especializada. Somos ciudadanos hiperinformados; algunos dirán menos reflexivos, y que el exceso de información ha motivado que tengamos menor capacidad analítica para procesar esta información. No necesariamente comparto eso, pero sí creo que los efectos de la hiperinformación no han sido tan benéficos como pensábamos quienes éramos muy optimistas.
“En paralelo… es que no me atrevo a hablar de una nueva ciudadanía democrática. Las democracia s han cambiado radicalmente también y los Estados son entes muy lentos en sus capacidades de adaptación, y yo creo que mucho de lo que estamos viendo en términos de des obediencia civil y movimientos sociales en parte resulta de eso, de la incapacidad de los sistemas políticos para adaptarse”.
¿No crees que la hiperinformación también es un mito? Al final, uno se informa de lo que nuestro círculo determina (el famoso algoritmo).
De hecho, es un proceso de dos capas: tienes los mecanismos de transmisión de información de redes sociales no presenciales y tienes, en paralelo, tu red física, tu red presencial (amigos, compañeros de trabajo o escuela) que son dos universos que se tocan permanentemente. Entonces, uno puede ser afectado o modificar su comportamiento, puede hacer propia una idea, puede estar seguro de una información que a lo mejor es falsa, por interpósita persona. O sea, tú vienes y me lo cuentas a mí y tú obtuviste esa información en Facebook, por ejemplo. Y yo ni siquiera sé que esa opinión que me acabo de formar viene de una persona en Facebook con la cual nunca he interactuado. ¿Qué tan lejos o tan cerca está un mexicano de este perfil de ciudadano del siglo XXI? Nada lejos. Las velocidades de adaptación son muy rápidas. Algo que ocurre en un país más avanzado o tecnológicamente más innovador que México, que a ellos les pudo haber tomado cuatro años para llegar a ese momento, usualmente para las economías o países que adoptan esas brechas se acortan muy rápido.
“Regresando a la pregunta, creo que la ciudadanía mexicana es una que muy rápido ha hecho uso de nuevas herramientas de interacción con la autoridad. Un buen ejemplo es Twitter; México es uno de los países más intensos en términos del uso político de esta red social”.
Sin embargo, la tecnología también genera desigualdad, el denominado “analfabetismo digital”
Creo que tendemos a exagerar. Me parece un poco condescendiente la idea de que la capacidad o la sofisticación tecnológica de las personas de la ciudad o del país es mínima. Una de las grandes lecciones desde la Agencia Digital ha sido lo contrario: quienes han hecho un uso más intensivo de muchas de las herramientas que generamos (la app, los sistemas de información, lo que tiene que ver con los trámites) han sido personas que tradicionalmente no hubieras identificado como early adopter, gente que adopta tecnologías muy rápido.
El teléfono celular democratiza, acerca.
Sin duda. Si un producto público no lo generas en el celular, no existe. Porque el mecanismo de acceso a internet de los deciles de menor ingreso es el celular. Entonces, en la Agencia la prioridad siempre es que las cosas funcionen en el celular; la página web es secundaria. La tecnología no está hecha para cerrar brechas. Si la tecnología no empodera a los más débiles, desde el lado de gobierno es una tecnología inútil. Esa es una postura de la Agencia, mía y del Gobierno de CdMx.