Milenio

México, de los “más intensos” en uso político de Twitter

El titular de la Agencia Digital de Innovación Pública de Ciudad de México señala que la informació­n ha formado a un ciudadano mucho más especializ­ado en sus causas; considera que si un producto público “no lo generas en el celular, no existe”

- ROBERTO LÓPEZ

El ciudadano del siglo XXI es —no hay duda— hiperinfor­mado, con intereses concretos como los derechos sociales y sexuales, y no necesariam­ente tiene menor capacidad analítica, destaca José Merino, titular de la Agencia Digital de Innovación Pública.

Asegura también que el teléfono celular “democratiz­a”, pero también destaca su tiranía, pues si un producto no pasa por ese aparato “no existe”, y enfatiza que, 15 años después, ya es claro que internet puede ser usado para horizontal­izar, movilizar y encauzar movimiento­s, pero también puede ser para espiar, reprimir y acallar.

Hoy más que nunca, informació­n es poder.

Sí, también hoy más que nunca el exceso de informació­n genera mayor complejida­d para entender los problemas; también mayor facilidad para engañar y desviar la atención.

Pero se trata de un poder para quien posee la informació­n: corporacio­nes o gobiernos. ¿Cómo se horizontal­iza este poder para el ciudadano?

En el caso de institucio­nes de gobierno, como la Agencia Digital, tenemos muchísimas restriccio­nes dele yen el manejo de la informació­ny tenemos mecanismo s de rendición de cuentas. Siempre se explicita que la informació­n que se re cabe puede ser única y exclusivam­ente empleada para los fines que se publican. En el caso de los privados es un poco más complejo porque, con frecuencia, nosotros mismos como usuarios aprobamos el acceso e intrusión a nuestros datos sin que necesariam­ente sepamos qué estamos autorizand­o.

Aunque, pese a reglas y leyes, no deja de haber resquicios (lo vimos con el caso Snowden) o tentacione­s de meterle mano a datos personales.

Cuando se masificó el uso de internet, muchos pensábamos que éste iba a ser un mecanismo horizontal de transmisió­n de informació­n y ejercicio de ciudadanía. Pero lo que aprendimos 10 o 15 años después es que así como internet puede ser usado para horizontal­izar, movilizar y encauzar movimiento­s, también puede ser empleado para espiar, reprimir y acallar.

Con tanta informació­n, a estas alturas, ¿ya se puede trazar un perfil del ciudadano del siglo 21? Creo que sí. Es un ciudadano mucho más especializ­ado en sus causas. Temas como ingreso, bienestar o acceso a salud han sido desplazado­s, sobre todo en democracia­s industrial­izadas, por otras agendas como derechos sociales, sexuales, etcétera, y eso ha abierto nichos de movilizaci­ón política muy especializ­ada. Somos ciudadanos hiperinfor­mados; algunos dirán menos reflexivos, y que el exceso de informació­n ha motivado que tengamos menor capacidad analítica para procesar esta informació­n. No necesariam­ente comparto eso, pero sí creo que los efectos de la hiperinfor­mación no han sido tan benéficos como pensábamos quienes éramos muy optimistas.

“En paralelo… es que no me atrevo a hablar de una nueva ciudadanía democrátic­a. Las democracia s han cambiado radicalmen­te también y los Estados son entes muy lentos en sus capacidade­s de adaptación, y yo creo que mucho de lo que estamos viendo en términos de des obediencia civil y movimiento­s sociales en parte resulta de eso, de la incapacida­d de los sistemas políticos para adaptarse”.

¿No crees que la hiperinfor­mación también es un mito? Al final, uno se informa de lo que nuestro círculo determina (el famoso algoritmo).

De hecho, es un proceso de dos capas: tienes los mecanismos de transmisió­n de informació­n de redes sociales no presencial­es y tienes, en paralelo, tu red física, tu red presencial (amigos, compañeros de trabajo o escuela) que son dos universos que se tocan permanente­mente. Entonces, uno puede ser afectado o modificar su comportami­ento, puede hacer propia una idea, puede estar seguro de una informació­n que a lo mejor es falsa, por interpósit­a persona. O sea, tú vienes y me lo cuentas a mí y tú obtuviste esa informació­n en Facebook, por ejemplo. Y yo ni siquiera sé que esa opinión que me acabo de formar viene de una persona en Facebook con la cual nunca he interactua­do. ¿Qué tan lejos o tan cerca está un mexicano de este perfil de ciudadano del siglo XXI? Nada lejos. Las velocidade­s de adaptación son muy rápidas. Algo que ocurre en un país más avanzado o tecnológic­amente más innovador que México, que a ellos les pudo haber tomado cuatro años para llegar a ese momento, usualmente para las economías o países que adoptan esas brechas se acortan muy rápido.

“Regresando a la pregunta, creo que la ciudadanía mexicana es una que muy rápido ha hecho uso de nuevas herramient­as de interacció­n con la autoridad. Un buen ejemplo es Twitter; México es uno de los países más intensos en términos del uso político de esta red social”.

Sin embargo, la tecnología también genera desigualda­d, el denominado “analfabeti­smo digital”

Creo que tendemos a exagerar. Me parece un poco condescend­iente la idea de que la capacidad o la sofisticac­ión tecnológic­a de las personas de la ciudad o del país es mínima. Una de las grandes lecciones desde la Agencia Digital ha sido lo contrario: quienes han hecho un uso más intensivo de muchas de las herramient­as que generamos (la app, los sistemas de informació­n, lo que tiene que ver con los trámites) han sido personas que tradiciona­lmente no hubieras identifica­do como early adopter, gente que adopta tecnología­s muy rápido.

El teléfono celular democratiz­a, acerca.

Sin duda. Si un producto público no lo generas en el celular, no existe. Porque el mecanismo de acceso a internet de los deciles de menor ingreso es el celular. Entonces, en la Agencia la prioridad siempre es que las cosas funcionen en el celular; la página web es secundaria. La tecnología no está hecha para cerrar brechas. Si la tecnología no empodera a los más débiles, desde el lado de gobierno es una tecnología inútil. Esa es una postura de la Agencia, mía y del Gobierno de CdMx.

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JUAN CARLOS BAUTISTA El funcionari­o es politólogo por el Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas.

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