Ayotzinapa y una pequeña Posdata
La trayectoria del Doctor Alejandro Gertz Manero, Fiscal General de la República, lleva a tenerlo por honesto y capaz; él me inspira confianza, la Fiscalía no. Tengo discrepancias, por ejemplo: cuando dice: “se acabó la verdad histórica” de Murillo Karam sobre Ayotzinapa.
El concepto “verdad histórica” ofrece resistencias en la sociedad porque las historias suelen escribirlas los vencedores (a veces también los vencidos) y es frecuente la distorsión de los hechos, por los intereses y cargas ideológicas de sus autores.
Por eso, la expresión del entonces Procurador (“verdad histórica”) cayó en campo fértil para la desconfianza, abonado por criminales interesados en que prevalezca la cizaña, no la verdad ni menos la justicia.
En lo personal, me queda claro que no se acabaron la verdad material ni la verdad histórica, sino la “verdad legal” que trató de probar la entonces PGR, pues fueron absueltos un gran número de imputados, a consecuencia de irregularidades que, según los juzgadores, existieron en la obtención de algunas pruebas aportadas por el MP.
Tales resoluciones judiciales no niegan la existencia de los hechos criminales, solo determinan la invalidez de algunas pruebas ofrecidas por la PGR para justificar condenas a los imputados.
En las sentencias a veces no coinciden la “verdad jurídica” con “la verdad material” y “la verdad histórica”. Ejemplo: si se condena al que no mató o se absuelve al asesino; en el primer caso la “verdad jurídica” tiene al inocente como criminal; en el segundo, al criminal como inocente; pero la verdad material y la histórica quedan intactas.
Las verdades, material e histórica, sobre Ayotzinapa nadie las ha destruido en lo sustancial. Hay certeza de que los estudiantes fueron secuestrados por policías municipales, que los entregaron a Guerreros Unidos, quienes los desaparecieron, y que los restos de algunas víctimas fueron identificados por un laboratorio de Innsbruck. Sí, faltan hechos y circunstancias por esclarecer, pero los estudiantes no regresarán.
Lo nauseabundo es que esa tragedia sigue siendo suculento manjar de carroñeros. La raja política continúa por encima de las víctimas, sus deudos, la verdad y la justicia.
Hoy el Estado vomita su poder sobre “los del pasado”, esos que (más allá de las sanciones que merezcan por errores y violaciones reales a la ley, no las que les están fabricando) dieron a conocer sustancialmente lo sucedido. La nueva narrativa oficial sustituirá basureros, dirá que no fue en el río San Juan sino en el San Cucufate, pero no cambiará la verdad: los masacraron. Lo que no se ve cerca es la justicia.
Pd. López Obrador no va con Trump, lo llevan cumpliendo con el protocolo yanqui: bien sanitizado y desinfectado… ¡faltaba más!
¿Y sabe usted cuál sigue siendo su misión? Sí, la sumisión.