“La tinta de la enrevesada caricatura del mundo”
AJoaquín Salvador Lavado Tejón se le aparecía el fantasma del papá que perdió a los 14 años, siempre fumando pero un guiño paternal de orgullo intacto al ver que su hijo se llamaba ya Quino en todo el mundo, reconocido por la tira cómica más socorrida, leída, memorizada y recortada en la historia del cómic en español. Nacido en Mendoza, Argentina en 1932 Quino no negaba sus raíces andaluces y su palpitar flamenco; desde muy temprana edad empezó a dibujar viñetas y monitos en las orillas y luego de un intento universitario innecesario cuajó a los niñitos de la pandilla de Mafalda que nos acompañan a diario, en libro o periódicos ahora amarillos en la tipografía memoriosa del corazón, allí donde se transpira la tinta con la que se nos aparecen los fantasmas queridos y los sabios enanitos que parece que nunca han de soltar sus globos morados o terminar la primaria o dejar de preguntar los enigmas que dejan mudos a los adultos.
Allende Mafalda y su universo infinito, Quino es también el dador de la tinta de miles de personajes minuciosamente detallados que revelan como en espejo o ventana la irracional y enrevesada caricatura del mundo: el burócrata harto del tedio de los horarios y la esclavitud de la nada que pide un receso para refugiarse en el baño de la oficina y ponerse delante del espejo con un retrato del Che Guevara sobre su rostro o las retorcidas ridiculeces de los poderosos y los millonarios engreídos a contrapelo de la hermosa inocencia de los descamisados y los desahuciados, los equívocos tontos de un personaje dibujado ante el laberinto quizá cruel de las opresiones varias… y de vuelta, inevitable retorno a las ocurrencias de Felipito, Manolito, Libertad o Susanita ante el raciocinio y contundente sentido del humor de Mafalda, la de la inmensa cabeza de pelo que odia la sopa y esperó durante décadas la paz mundial, tal como esperó al día de hoy, globo en mano, la llegada en tinta de quien la dibujó para volverla intemporal, sentada en una banquita en un barrio de Buenos Aires o en un parque de Oviedo, donde los reyes se inclinaron para celebrar a Quino, maltratado por quienes robaron los derechos de sus libros o utilizaron sus creaciones para fines sin permiso… la sopa boba que tanto molesta a la niña que por hoy se ve tan feliz.