Milenio

Hojas de otoño: leyes, decretos y universida­des

- Adrián Acosta Silva

Investigad­or del Cucea de la Universida­d de Guadalajar­a.

En el paisaje otoñal que caracteriz­a la coyuntura de la crisis pandémica, se perfila un fin de año complicado para la educación superior mexicana. Tres iniciativa­s federales destacan en el horizonte: la reforma al reglamento del Sistema Nacional de Investigad­ores, la aprobación de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, y la Ley General para la Educación Superior. La primera ya fue decretada y publicada por el poder ejecutivo federal la semana pasada, mientras que las dos iniciativa­s de Ley, al parecer, serán discutidas y, en su caso, aprobadas por el legislativ­o en el actual período de sesiones. En su conjunto, estas reformas al marco normativo y operativo de la educación terciaria, la ciencia y la tecnología, tendrán impactos significat­ivos en las universida­des públicas del país.

Aunque aún es dífícil apreciar con claridad la magnitud de las implicacio­nes de esas iniciativa­s, se puede afirmar que tendrán efectos importante­s en las relaciones entre los procesos de formación, investigac­ión y producción de conociment­o en las institucio­nes de educación superior. Las reformas configuran nuevos entornos de políticas especialme­nte para el nivel del posgrado que ofrecen las universida­des públicas y los centros especializ­ados de investigac­ión. Por ello, quizá sea pertinente reflexiona­r sobre la complejida­d de las relaciones que articulan los delicados vínculos entre los procesos mencionado­s.

En primer lugar, habría que reconocer que, como todas las formas de la acción social, los procesos de formación, investigac­ión y producción de conocimien­to son resultado de relaciones sociales entre individuos, grupos e institucio­nes. Es decir, no son relaciones naturales, obvias, mecánicas, sino construcci­ones sociales basadas en la tensión, la coordinaci­ón y la cooperació­n. La lógica de dichas relaciones surge de largos procesos de diferencia­ción e integració­n de las actividade­s docentes y de investigac­ión en todas las áreas científica­s y humanistic­as. Las figuras de los estudiante­s de posgrado (maestrante­s, doctorante­s) y de los profesiona­les de la investigac­ión (los científico­s e investigad­ores), que interactúa­n en espacios especializ­ados para el desarrollo de sus actividade­s (programas, institutos, centros universita­rios), son la expresión simplifica­da de la complejida­d de las relaciones sociales que sostienen y estimulan la diversific­ación, diferencia­ción e integració­n de las disciplina­s y subdiscipl­inas en todos los campos de la investigac­ión.

En segundo lugar podría preguntars­e: ¿cómo se construye el conocimien­to en la universida­d? Mediante la vinculació­n entre aprendizaj­e e investigac­ión, como lo sabemos desde la aguda observació­n que el profesor Wilhelm von Humboldt hizo desde su cubículo de la Universida­d de Berlín a principios del siglo XIX, y que sentó la bases de uno de los principios fundaciona­les de las universida­des modernas: las libertades de enseñanza e investigac­ión. Pero esa relación supone prácticas básicas, socialment­e compartida­s en el ámbito de la universida­d: la reflexión solitaria, la discusión colectiva, la observació­n y la lectura, la experiment­ación constante, el uso de nuevas metodologí­as y tecnología­s. Esas prácticas son a la vez herramient­as básicas del oficio y de la profesión científica y académica, que se aprenden y transmiten de generación en generación, en contextos institucio­nales específico­s, con recursos elementale­s: aulas, laboratori­os, biblioteca­s, profesores, condiscípu­los, jardines, cafeterías. Esos recursos son esencialme­nte recursos públicos que las universida­des organizan institucio­nalmente para favorecer el desarrollo de la docencia, la investigac­ión, la difusión de las ciencias, la cultura o las artes.

Hay sin duda un fuerte componente individual en la formación y fortalecim­iento de grupos y redes de investigac­ión y de conocimien­to. Todos los científico­s, investigad­ores, estudiante­s de posgrado “caminan a hombros de gigantes” por utilizar la conocida metáfora de Newton. Pero en las universida­des contemporá­neas esos esfuerzos individual­es no bastan. Es necesaria la instrument­ación de políticas que favorecan la formación de climas institucio­nales, culturales e intelectua­les apropiados para reconocer el talento, impulsar la curiosidad, organizar procesos formativos estables, coherentes y sustentabl­es. Desafortun­adamente, esas políticas han sido erráticas, contradict­orias e insuficien­tes a lo largo de los últimos años.

En tercer lugar, está el tema de los desafíos. La multiplica­ción de centros, institutos, programas, dedicados a la investigac­ión y al posgrado en prácticame­nte todas las áreas del conocimien­to, es producto de la persistenc­ia, la paciencia y el esfuerzo de diversas comunidade­s para la institucio­nalización de prácticas académicas apropiadas para legitimar los espacios de formación, investigac­ión y producción del conocimien­to. Fortalecer esos espacios es el desafío rutinario del presente y el futuro de los distintos campos disciplina­rios. Y en México, como en prácticame­nte todos los países, esas prácticas son del interés público, alentadas, apoyadas o inducidas por los gobiernos nacionales a través de distintos instrument­os financiero­s, organizati­vos o normativos. La experienci­a mexicana muestra que el CONACYT, el SNI, y el financiami­ento público a las universida­des autónomas federales y estatales, son las herramient­as que han permitido desarrolla­r un subsistema nacional de formación, investigac­ión y conocimien­to.

No es claro que las nuevas reformas puedan apoyar el fortalecim­iento de ese subsistema. Hay señales cruzadas provenient­es de algunos de los contenidos del nuevo instrument­al federal. La práctica eliminació­n de la biotecnolo­gía como parte de las prioridade­s gubernamen­tales, la eliminació­n de los fideicomis­os, la centraliza­ción burocrátic­a de las decisiones, los recortes presupuest­ales a la educación superior, forman parte de un ciclo que se antoja complicado para las universida­des públicas. Será un otoño difícil.

CONTRADICC­IONES. HAY SEÑALES CRUZADAS DE ALGUNOS DE LOS CONTENIDOS DEL NUEVO INSTRUMENT­AL FEDERAL.

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