Durazo y el signo de la muerte
El cartujo camina entristecido por los pasillos del monasterio, la inesperada muerte de su amigo Arturo Rivera lo ha golpeado en el corazón. Fue un artista extraordinario; honesto y huraño, creó un pequeño mundo de afectos sin cabida para advenedizos ni serviles. Al caminar, con la vista nublada, piensa en este país del cual tantas veces hablaron, en donde el horizonte se oscurece con sangre y dolor, aunque desde el poder pretendan prodigar una imagen diferente, como lo ha hecho en los últimos días Alfonso Durazo en sus entrevistas en diversos medios, defendiendo la estrategia de seguridad del gobierno federal, al cual ha servido con calamitosa ineptitud e irreprochable docilidad. Por eso, aunque como secretario de Seguridad y Protección Ciudadana deja un escenario de muerte y violencia, “con cárteles intocados o fragmentados, con masacres continuas”, como dice
Héctor de Mauleón,
López Obrador lo reconoce como “un servidor público ejemplar”.
Las cifras oficiales enfatizan el desastre de la gestión de Durazo, aspirante a gobernar Sonora, un estado donde grupos del crimen organizado mantienen una guerra encarnizada en sus principales ciudades, incluida la capital Hermosillo, mientras en el país, pese al encierro por la pandemia, la mayoría de delitos continúa en ascenso, entre ellos el feminicidio, motivo de reclamos y protestas en varias regiones, algunas pacíficas y otras desbordadas por la indignación y el coraje, por las cotidianas afrentas a la seguridad y a la vida de las mujeres.
La Biblia dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo t:5-8). En el reino de la Cuarta Transformación esta es una verdad inapelable, Durazo ha seguido con mansedumbre las ideas de su líder, aunque sean inútiles para conjurar el luto cotidiano en miles de hogares a lo largo y ancho del país, alejar así sea mínimamente la sensación de inseguridad de los ciudadanos.
En su lugar queda Rosa Icela Rodríguez, quien tiene todo para superar el lamentable desempeño de Durazo, quien difícilmente apagará el fuego en Sonora,
Queridos cinco lectores, con los 91 mil 289 muertos por la epidemia inacabable, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
Las cifras oficiales enfatizan el desastre de su gestión