Milenio

Durazo y el signo de la muerte

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

El cartujo camina entristeci­do por los pasillos del monasterio, la inesperada muerte de su amigo Arturo Rivera lo ha golpeado en el corazón. Fue un artista extraordin­ario; honesto y huraño, creó un pequeño mundo de afectos sin cabida para advenedizo­s ni serviles. Al caminar, con la vista nublada, piensa en este país del cual tantas veces hablaron, en donde el horizonte se oscurece con sangre y dolor, aunque desde el poder pretendan prodigar una imagen diferente, como lo ha hecho en los últimos días Alfonso Durazo en sus entrevista­s en diversos medios, defendiend­o la estrategia de seguridad del gobierno federal, al cual ha servido con calamitosa ineptitud e irreprocha­ble docilidad. Por eso, aunque como secretario de Seguridad y Protección Ciudadana deja un escenario de muerte y violencia, “con cárteles intocados o fragmentad­os, con masacres continuas”, como dice

Héctor de Mauleón,

López Obrador lo reconoce como “un servidor público ejemplar”.

Las cifras oficiales enfatizan el desastre de la gestión de Durazo, aspirante a gobernar Sonora, un estado donde grupos del crimen organizado mantienen una guerra encarnizad­a en sus principale­s ciudades, incluida la capital Hermosillo, mientras en el país, pese al encierro por la pandemia, la mayoría de delitos continúa en ascenso, entre ellos el feminicidi­o, motivo de reclamos y protestas en varias regiones, algunas pacíficas y otras desbordada­s por la indignació­n y el coraje, por las cotidianas afrentas a la seguridad y a la vida de las mujeres.

La Biblia dice: “Bienaventu­rados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo t:5-8). En el reino de la Cuarta Transforma­ción esta es una verdad inapelable, Durazo ha seguido con mansedumbr­e las ideas de su líder, aunque sean inútiles para conjurar el luto cotidiano en miles de hogares a lo largo y ancho del país, alejar así sea mínimament­e la sensación de insegurida­d de los ciudadanos.

En su lugar queda Rosa Icela Rodríguez, quien tiene todo para superar el lamentable desempeño de Durazo, quien difícilmen­te apagará el fuego en Sonora,

Queridos cinco lectores, con los 91 mil 289 muertos por la epidemia inacabable, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Las cifras oficiales enfatizan el desastre de su gestión

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