Defenderse de la realidad
Conozco
a personas muertas de miedo que sólo salen de casa a dar un paseo a horas que no se encuentran a nadie. Conozco a jóvenes con toda la vida por delante que han sufrido crisis de ansiedad. Conozco a personas que han perdido a su mejor amigo en una semana. Un miércoles lo vieron y al jueves siguiente fueron al entierro. Conozco a personas que se echan a llorar cuando los vecinos les preguntan que cómo lo llevan.
Conozco a personas que necesitan el ingreso mínimo vital para comer y no lo están cobrando. Entre paréntesis. No sé si los miembros del Gobierno conocen a alguien que requiera la prestación –IMV– que aprobaron en junio con gran aparato de propaganda progresista. En caso –probable– de que no sepan dónde están ni cómo viven las personas excluidas de las comodidades, recomiendo que se den una vuelta por los barrios de las ciudades que nunca visitan. O que les pregunten a los servicios sociales de los ayuntamientos.
Conozco a personas que desde marzo tienen ingresos cero y perspectivas de futuro inferiores a cero. Conozco a personas que se atiborran a pastillas para no colapsar. Conozco a personas que hacen lo que sea para no volverse locas. Conozco a personas que vuelcan ira y angustia pegando broncas por la calle al transeúnte solitario que, cielos, ha olvidado subirse la mascarilla para que le cubra la nariz después de sonarse los mocos.
Conozco a personas que llevan en el bolso la mascarilla de repuesto, el gel desinfectante, los guantes para el súper y el boletín oficial de la comunidad autónoma correspondiente para saber a qué hora empieza el toque de queda. Conozco a personas que han sufrido una regresión al 23F –o similar– al escuchar por el altavoz del coche policial la orden, ejecutiva y perentoria, de abandonar las calles y meterse en casa. Conozco a personas que ya no ven las noticias para no ponerse peor. Conozco a personas que buscan recetas para curar la infodemia, efecto colateral de la pandemia. Conozco a personas que se chutan todo tipo de conspiraciones porque pretenden entender lo que no se puede entender. Conozco a personas que salen de casa rumiando: «Esto parece el fin del mundo», y se encuentran a otras en la calle que les contestan: «Algo deben de haber echado en el aire o en el agua». Yo entiendo muy bien a todas esas personas. Hacen lo mismo que yo. Defenderse de la realidad.
Conozco a jóvenes con toda la vida por delante que han sufrido crisis de ansiedad