Milenio

Arturo Rivera, réquiem

- AVELINA LÉSPER FOTOGRAFÍA ARCHIVO MILENIO

Arturo, ya eras eterno antes de morir, ya eras infinito antes de irte, ya habías exorcizado todas tus pesadillas, ya habías convocado todos los horrores, Arturo ya, ahí está, en tus autorretra­tos, rondando, te mira y la ignoras. No más. El enano y la boca desdentada, el grito y el pájaro descuartiz­ado, ahí a tu lado, y tú, magnifico, los pintas, los reinventas, porque tú eres el Maestro. ¿Para qué tanto virtuosism­o si la vida es una mierda? ¿Morirte? Arturo, eso sobraba, ya estabas en las manos de la inmortalid­ad, ya te habíamos perdido hace mucho, ya no eras de nosotros. Tenías décadas habitando solo en tus pinturas, dialogando con tus personajes, arrancando a la oscuridad sus rostros, sacando del abismo sus delirios. Eres de tus obras, eres de esa escuela que creaste, de ese demonio que sembraste en cientos de jóvenes pintores que tomaron los pinceles para imitarte, para encontrar el secreto de tu lenguaje. ¿Cómo es que no le temías a la fealdad? ¿Cómo te regodeaste en la representa­ción de eso que nadie quiere para sí mismo? Tus pinturas son una venganza, son una afrenta. No deberíamos mirarlas, no deberíamos tolerarlas, porque pintaste eso que odiamos. Pintaste a Tamora que se traga a pedazos a sus hijos, y lo hiciste con una maestría que denuncia el placer que sientes al recrear y llevar lo más lejos posible esas imágenes, esos estados de enajenació­n y éxtasis. Los huesos, los rostros contrahech­os, los ojos desorbitad­os, las bocas aullantes, el dolor incontenib­le, creaste el canon del estremecim­iento. La belleza es efímera y el horror es eterno. Te miran los enanos de Velázquez, la miseria del Caravaggio, regresas al oscuro Barroco de donde vienes, y el cordero de Zurbarán te espera. La belleza se extingue, se degenera, la belleza persigue ser horrible algún día, en cambio el horror es inalterabl­e, se detiene, es pétreo, por él no pasa el tiempo. Arturo, has utilizado esa tragedia, la manipulast­e, para que tus obras traspasen las épocas, alcanzaste la genialidad que se esconde de sí misma, tus pinturas se pelean con esta condición, pintaste como poseído por una fuerza que fue más allá de ti mismo, te negaste a crear algo que no perturbe. Maestro, la muerte te arrojará con fuerza a la inmortalid­ad, porque eres, y serás, con tus obras, la leyenda del hombre que vivió y pintó en la orgía extraordin­aria de la creación más absoluta.

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El artista plástico (15 de abril de 1945-29 de octubre de 2020).

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