Metafísica en tiempos de crisis
Nada más inmediato, evidente y físico que la enfermedad. Sin embargo, el malestar del cuerpo nos lleva, por un efecto si no perverso sí anómalo, al camino contrario: al acto de pensar en lo mediato, lo invisible, lo metafísico. Nunca estamos más conscientes del tiempo y el espacio íntimos, nunca surge nuestro Yo más puro, que cuando el cuerpo deja de ser una realidad casi invisible en la dicha del bienestar y comparece lleno de conciencia y preguntas —pleno de gravedad— en la molestia, el dolor y la pérdida de la salud.
Meditaciones en tiempos de crisis( A rielQuintaesencia ,2020) de John Donne, en traducción de Ascensión Cuesta, nos revela, de manera rápida y concisa, en un materialismoidealismo de los sentimientos muy propio del siglo XVII, el hondo mundo meditativo y múltiple que engendra el hecho de caer enfermo. En ese estado, cada parte del cuerpo dialoga con las otras y cuestiona los escombros y las escurrideras: “una mano le pregunta a la otra, tomándole el pulso, nuestros ojos le preguntan a nuestra orina: ¿cómo estamos?” Donne, a lo largo de 23 meditaciones, cruza esas coordenadas del yo interior volcado hacia afuera en la enfermedad para elaborar una visión del hombre hecha mediante una dicotomía simple pero esclarecedora, que en el siglo XX desarrollará de manera compleja y antropológica Elías Canetti: la diferencia esencial entre yacer o estar de pie con la cabeza en alto. Donne piensa: “no tener, como los demás, que arrastrarse, sino estar dotado de una forma esbelta y vertical concebida y hecha [...] para la contemplación del cielo. [...] Esta es la prerrogativa del hombre”. En la cama, tumbado por la enfermedad, él distingue una geometría conformada por dos líneas vitales: el mundo horizontal y el mundo vertical. En estas meditaciones no ha desaparecido el pensamiento como experiencia, lo ideal como real, de los poemas de juventud, pero el Dean de San Pablo ya no yace en la cama para decirle a su amante: ven, “estoy desnudo, ¿qué te puede cubrir mejor que un hombre?”. Aquí, en estos “tiempos de crisis”, él comprende que “nos matamos con nuestros propios vapores”, que la cama es un remedo de la fosa, que fuimos “eyectados” no a la intemperie sino a otra cavidad, a otra prisión. Ya hace muchos años, Octavio G. Barreda había publicado una muestra de este libro en ElHijoPródigo señalando en una nota que la fiebre no arrojó al poeta inglés en los brazos del misticismo y que este agudizó su inteligencia a través de la sensibilidad. Así, podemos ver que Donne no es un poeta, ya no digamos del sentimiento, ni siquiera del mero cuerpo, como suele ocurrir en nuestros días. Un anhelo de pensar en la sensación y el sentimiento dirige la creación de imágenes ( la escalera de los ángeles, el enojo de Dios, la ruina concéntrica...). ¿Seremos capaces de recuperar esta capacidad analítica dela poesía metafísic aquea ño rabaT.S.Eliot o continuaremos despreciándola tontamente a través de un sentimentalismo chantajista y orgulloso de sí mismo?