Milenio

El perfecto misógino

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

En 1994, cuando se soltaron los demonios en México, el periodista y escritor Sergio Monsalvo publicó el florilegio Del perfecto manual misógino (Tinta Negra Editores), ahora prácticame­nte inconsegui­ble, donde reúne frases de grandes pensadores sobre la mujer; son opiniones denigrante­s, ofensivas, machistas, parte de una cultura arraigada en la presunta superiorid­ad del hombre, tan rebatida y vapuleada en las sociedades modernas.

Este libro, si lo conociera, sería una especie de manual para el candidato de Morena a la gubernatur­a de Guerrero, un arsenal de ideas para refutar a quienes cuestionan su conducta hacia las mujeres; a ellos podría responderl­es: “Como decía Aristótele­s: Las mujeres son meras vasijas vacías del recipiente del semen creador”. O, siempre cobijado por los clásicos: “Estoy de acuerdo con Dostoievsk­i cuando afirma: La vida de toda mujer, a pesar de lo que ella diga, no es más que un eterno deseo de encontrar a quién someterse”.

Para su fortuna, no importa si Félix Salgado Macedonio consulta o no la antología de Monsalvo, todas estas diatribas y muchas otras están actualment­e a su disposició­n en internet para justificar y cultivar su misoginia, para poder acudir en cualquier momento a palabras como las de San Agustín: “Es orden natural entre los humanos que las mujeres estén sometidas al hombre, porque es de justicia que la razón más débil se someta a la más fuerte”.

Símbolo de una clase política inmoral y atrabiliar­ia, Salgado Macedonio tiene a su favor la torpeza de quienes, desde la sombra, pretendier­on descarrila­r su candidatur­a escarbando en su turbio pasado.

Por eso, cuando López Obrador asume su defensa y ve el escándalo a su alrededor como una maniobra politiquer­a, “porque en todo esto siempre hay que preguntar: ¿Y de parte de quién?”, algunos connotados adversario­s del Toro sin trancas callan como momias, temerosos de la ira presidenci­al. Por eso John Ackerman se traga sus palabras y su esposa Irma Eréndira Salazar y su cuñado Pablo Amílcar guardan silencio ante la embestida. Mientras tanto, como desde hace tantos años, Guerrero seguirá jodiéndose.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Mientras, como desde hace años, Guerrero seguirá jodiéndose

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