¿Había corrupción? ¡Acabas con todo!
L a corrupción sigue carcomiendo las entrañas de este país pero a los devotos de la 4T parece no importarles el asunto. La cosa no va con los pillos de ahora sino con los de antes. O sea, que la gran transformación que pretende el actual régimen se concentra de manera exclusiva en el combate a las oscuras prácticas que tuvieron lugar en la pasada Administración. La estrategia es un tanto extraña, sin embargo, porque en esa gran cruzada purificadora parecen dispuestos a acabar no sólo con la podredumbre sino a demolerlo todo. La primera arremetida tuvo lugar en los comienzos de este sexenio: se canceló la construcción del aeropuerto de Texcoco pretextando, justamente, que habían tenido lugar malos manejos. Era un proyecto espléndido cuya realización se emprendió luego de años enteros de rigurosos estudios. En pocas palabras, el mejor aeropuerto de América Latina. En lo que toca a las presuntas bribonadas, nunca merecieron la correspondiente investigación ni los posibles responsables enfrentaron proceso judicial alguno. Desde el punto de vista estrictamente financiero, fue una pésima decisión: se tiró a la basura una obra que llevaba ya significativos avances, se usaron fondos públicos para indemnizar a los constructores y se comenzó la edificación de otro aeropuerto que también nos está costando dinero a los contribuyentes. Un costo adicional a pagar fue la pérdida de confianza de los inversores locales y extranjeros con la subsiguiente contracción de la actividad productiva.
Algo parecido ha ocurrido en la práctica totalidad de los sectores de este país: se acabó el Seguro Popular y en su lugar se creo una estructura que no ha funcionado adecuadamente para otorgar servicios de salud a los ciudadanos; se bloquearon 200 nuevos proyectos de generación de energía para consolidar el carácter monopólico de CFE, la empresa estatal; se dejaron de comprar medicamentos a los antiguos proveedores de los organismos de la sanidad pública sin vislumbrar siquiera que eso iba a provocar un espeluznante desabasto nacional de remedios para las enfermedades más graves (el cáncer infantil, entre otras dolencias); se cerraron las guarderías para los pequeños; se suprimieron fideicomisos que servían para financiar todo un abanico de actividades, la ciencia y la cultura entre ellas; en fin, se implementó una auténtica campaña de acoso y derribo de lo que había. Y, en todos los casos se alegó que la razón para proceder era el combate a la corrupción. Ah, y se invocó igualmente el sacrosanto precepto de la “austeridad republicana” como gran principio rector de todas las acciones gubernamentales.
Estamos viviendo en estos momentos las consecuencias de tan radicales medidas. Entre otras cosas, nos comienza a faltar la electricidad. Ah, pero la corrupción sigue a todo tren, miren ustedes.
Estamos viviendo las consecuencias de tan radicales medidas, como la falta de electricidad