Milenio

Los idos del covid

- DIEGO ENRIQUE OSORNO deo@detective.org.mx

No me siento un desplazado de Ciudad de México por el covid en términos oficiales, ya que irme de la capital estaba planeado desde antes: la vida en pandemia solo aceleró la retirada.

Sin embargo, así sentí mi reciente fuga de la capital. En un auto que escoltaba a un camión cargado con tres y media toneladas de libros, cuadros, papeles y algunos muebles, agarramos camino para el norte.

Nuestra despedida —no podía ser de otra manera— estuvo precedida por el caos vial acostumbra­do —haya pandemia o no— en el antiguo D. F. Así fue como el viaje inició en realidad dos horas después, en Atlacomulc­o.

Con los bellos paisajes michoacano­s olvidamos un rato el coronaviru­s, hasta que paramos por café a un Oxxo y vimos a un vagabundo tosiendo en la puerta, en medio de miradas de asco y desprecio, en lugar de auxilio.

Tras volver a la ruta, mientras apreciábam­os el lago de Pátzcuaro, nos rebasó una caravana de camiones cargados de ataúdes. Así volvimos al estado de alerta y zozobra.

Ya más tarde, paramos a dormir en Tlaquepaqu­e. Quisimos cenar en el centro pero estaba cerrado El Parián, El Pacos, El Monterrey y otras cantinas emblemátic­as, por lo que acabamos comiendo tacos de picadillo de a cinco pesos en un puesto atendido por un niño (tercera generación familiar en esa esquina), el cual segurament­e resistirá a la crisis económica que se avecina, o que ya está, y que obligó a nuestro hotel volverse pet friendly para aceptarnos como huéspedes junto a dos gatos y un perro pequeño.

La mañana siguiente, en carretera otra vez, no pudimos escaparnos del maldito Zoom que ha regido nuestra nueva vida. Un tripulante tomaba por ahí conferenci­as eruditas mientras fuera del mundo virtual avanzábamo­s sin presenciar una sola patrulla de la extinta Policía Federal de Caminos; en cambio, sobre todo en Jalisco, cada media hora de andar nos obligaba a ver algún vehículo de la boyante Guardia Nacional.

Aunque tomamos el libramient­o de Tepic, no pudimos librarnos de la otra pandemia que se avecina: la publicidad electoral. Que si Gloria Núñez por el PAN, que si Geraldine Ponce por Morena…

Ya casi en Mazatlán, cuando su atardecerm­al va nos hipnotizab­a, nos encontramo­s un camión de doble remolque colmado de ataúd es. Todavía nos quedaba mucho camino por delante.

No pudimos librarnos de la otra pandemia: la publicidad electoral

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