Los idos del covid
No me siento un desplazado de Ciudad de México por el covid en términos oficiales, ya que irme de la capital estaba planeado desde antes: la vida en pandemia solo aceleró la retirada.
Sin embargo, así sentí mi reciente fuga de la capital. En un auto que escoltaba a un camión cargado con tres y media toneladas de libros, cuadros, papeles y algunos muebles, agarramos camino para el norte.
Nuestra despedida —no podía ser de otra manera— estuvo precedida por el caos vial acostumbrado —haya pandemia o no— en el antiguo D. F. Así fue como el viaje inició en realidad dos horas después, en Atlacomulco.
Con los bellos paisajes michoacanos olvidamos un rato el coronavirus, hasta que paramos por café a un Oxxo y vimos a un vagabundo tosiendo en la puerta, en medio de miradas de asco y desprecio, en lugar de auxilio.
Tras volver a la ruta, mientras apreciábamos el lago de Pátzcuaro, nos rebasó una caravana de camiones cargados de ataúdes. Así volvimos al estado de alerta y zozobra.
Ya más tarde, paramos a dormir en Tlaquepaque. Quisimos cenar en el centro pero estaba cerrado El Parián, El Pacos, El Monterrey y otras cantinas emblemáticas, por lo que acabamos comiendo tacos de picadillo de a cinco pesos en un puesto atendido por un niño (tercera generación familiar en esa esquina), el cual seguramente resistirá a la crisis económica que se avecina, o que ya está, y que obligó a nuestro hotel volverse pet friendly para aceptarnos como huéspedes junto a dos gatos y un perro pequeño.
La mañana siguiente, en carretera otra vez, no pudimos escaparnos del maldito Zoom que ha regido nuestra nueva vida. Un tripulante tomaba por ahí conferencias eruditas mientras fuera del mundo virtual avanzábamos sin presenciar una sola patrulla de la extinta Policía Federal de Caminos; en cambio, sobre todo en Jalisco, cada media hora de andar nos obligaba a ver algún vehículo de la boyante Guardia Nacional.
Aunque tomamos el libramiento de Tepic, no pudimos librarnos de la otra pandemia que se avecina: la publicidad electoral. Que si Gloria Núñez por el PAN, que si Geraldine Ponce por Morena…
Ya casi en Mazatlán, cuando su atardecermal va nos hipnotizaba, nos encontramos un camión de doble remolque colmado de ataúd es. Todavía nos quedaba mucho camino por delante.
No pudimos librarnos de la otra pandemia: la publicidad electoral