Milenio

“Sunak rompe la ideología tributaria de Thatcher”

Se puede argumentar que la decisión del ministro británico de Hacienda de elevar gravámenes corporativ­os fue una reacción al desastre del covid, pero no es así

- Martin Wolf

Durante cuatro décadas, el pensamient­o de libre mercado de Keith Joseph y Margaret Thatcher ha sido un banquillo sobre el cual los conservado­res de Reino Unido se sentaban cómodament­e. Los creyentes fueron la fuerza motriz detrás del brexit. Muchos esperaban que la liberación de la Unión Europea conduciría a una economía de bajos impuestos y desregulad­a. Algunos llamaron a esta aspiración “Singapur en el Támesis”.

Sin embargo, el presupuest­o del ministro Hacienda, Rishi Sunak, de la semana pasada destruyó una de las patas de este banquillo. No solo prometió elevar los impuestos a niveles no vistos en más de medio siglo, sino aumentarlo­s en específico a las empresas. Entonces, ¿cuál es la visión económica del gobierno?

Uno puede argumentar que la decisión de Sunak de aumentar los impuestos a las corporacio­pleos, nes (así como congelar muchos umbrales de impuesto) fue una reacción inevitable al desastre fiscal del covid-19, pero eso está mal. Como canciller, George Osborne demostró una alternativ­a thatcheris­ta: control estricto sobre el gasto y reducción de la tasa máxima de impuestos corporativ­os. Sunak también pudo adoptar este libro de tácticas. No lo hizo. En esto, Sunak reconoció las nuevas realidades políticas. ¿Pero esta hoguera de las verdades importa económicam­ente?

Si el objetivo de los recortes de Osborne a los impuestos corporativ­os era estimular la inversión, fracasó. La inversión en Reino Unido ha sido la más baja entre los grandes países de altos ingresos. El economista británico Andrew Smithers argumenta que esto se debe a que la cultura de las bonificaci­ones motiva a la administra­ción a utilizar las utilidades corporativ­as para aumentar el precio de las acciones, en lugar de invertir.

Algunos sostienen que si Reino Unido redujera el impuesto a las corporacio­nes muy por debajo del 19 por ciento que Osborne legó o del 15 por ciento que planeaba, el país se convertirí­a en un imán de entradas de inversión extranjera directa, como ocurrió con Irlanda, pero su población representa 7 por ciento de la de Reino Unido. A una economía del tamaño de la británica no la pueden transforma­r empresas extranjera­s a las que en principio les atraen los impuestos muy bajos. Es demasiado grande.

Sin embargo, la medida de un impuesto corporativ­o relativame­nte alto, junto con el regreso de una desgravaci­ón muy pequeña para la inversión después de la “superdeduc­ción” de los próximos dos años, quizá debilite más la inversión corporativ­a. Sunak dijo el miércoles pasado: “La inversión empresaria­l crea emimpulsa el crecimient­o, estimula la innovación e impulsa la productivi­dad”. Entonces uno se pregunta, ¿por qué planea gravarlo con tanta fuerza? Esto tal vez no paralice la economía, pero no ayudará a que se reconstruy­a mejor.

Osborne prometió una economía de bajos impuestos; Sunak no. ¿Qué tan importante es esto, más allá del impuesto alas corporacio­nes?La pregunta exige una evaluación general del en foqu et hatc her is taqu erige desde 1979. La buena noticia es que la posición relativa de Reino Unido, en términos de producción per cápita real promedio, se mantuvo en línea con la de Estados Unidos y alcanzó un poco a la de los grandes países europeos desde entonces. La mala noticia es que la prosperida­d promedio aún está muy por debajo de la de Alemania,la distribuci­ón en el ingreso disponible de los hogares es muy desigual, de acuerdo con los estándares europeos; la productivi­dad se estancó desde la crisis financiera, y la desigualda­d en la productivi­dad regional es muy alta.

John Van Reenen, de la London S ch oolof Eco no micsyd el MIT,argu menta que las políticas d eT hatc her—entre lasque, señal a, estaba el mercado único de la Unión Europea— ayudaron a garantizar la mejora en el desempeño relativo. Destaca el aumento de la competenci­a y la flexibilid­ad del mercado laboral. Pero en la era posbrexit, Reino Unido se enfrenta tanto a nuevos retos como a los antiguos. No hay razón para suponer que ahora, después de cuatro décadas, un retorno al thatcheris­mo idealizado, incluso si es políticame­nte posible, pueda resolverlo­s.

Se puede argumentar, a favor de Sunak, que no pretende tener respuestas, sino que ofrece trucos. Como señala un informe reciente del la iniciativa UK in a Changing Europe (Reino Unido en una Europa Cambiante), en la medida en que las zonas libres hagan cualquier cosa, van a cambiar la actividad de un lugar a otro y el ingreso del público en general a empresas que operan desde estos puertos francos. También va a establecer un banco de infraestru­ctura, el UK Infrastruc­ture Bank of Leeds, con un capital inicial de 12 mil millones de libras y la reubicació­n de partes del Tesoro a un nuevo campus en Darlington.

¿Qué falta? Casi todo. Aquí algunos elementos: un plan para aumentar la inversión, un plan audaz para la innovación, un programa para la des centraliza­ción regional, una visión de las reformas fiscales, un programa para los mercados laborales que combine flexibilid­ad con seguridad, un plan para la transforma­ción energética.La pan de mi a hizo difícil pensar en estas cosas, pero una vez que aceptamos que el thatcheris­mo llegó a su fin, ¿qué sigue? Al parecer nadie lo sabe. Llegó el momento de pensar más en grande.

La inversión en Reino Unido, la más baja entre los países de altos ingresos

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REUTERS Boris Johnson y Rishi Sunak saludan a bordo de un barco en el río Tees durante una visita a Teesport.
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