¿Alcanzar la igualdad? Pues, todos pobres y ya
No quiero ser rico como tú, sino que tú seas pobre como yo. Esta sentencia expresa como ninguna otra el verdadero propósito de los apóstoles de la izquierda. No lo expresan ellos tan directamente ni lo admiten de manera abierta pero sus designios van en esa dirección: los machacones denuestos que dedican a “los ricos” y las tremebundas acusaciones que lanzan para denunciar la malignidad del capitalismo revelan que su verdadera intención, apenas encubierta, no es instaurar una meritocracia justa en la que resulten premiados los individuos más emprendedores sino un sistema forzosamente igualitario sustentado en la extracción de rentas a los sectores más productivos, en su posterior repartición a través de programas asistenciales y, al final, en la obligada gestión –la etapa menos gloriosa, por decirlo de alguna manera y, precisamente por ello, la que necesita ser disimulada a punta de encendidas proclamas, fieras retóricas, denuncias y llamados a combatir al “enemigo”— de los poquísimos recursos que quedarán en las arcas públicas al haber disminuido catastróficamente la recaudación de impuestos por no existir ya una boyante economía de mercado.
El socialismo rentabiliza la infelicidad de los más desfavorecidos prometiendo un mundo en el que no existirán ya las ofensivas diferencias sociales. Sus heraldos, sin embargo, nunca avisan de que el desenlace será la práctica universalización de la pobreza ni mucho menos anuncian que el lugar de los antiguos ricos será ocupado por una nueva casta de privilegiados, mucho más cerrada que la de los anteriores amos porque la suprema condición para participar en el juego no será el talento ni la capacidad de innovación sino la complicidad con el poder y la total sumisión a los dirigentes políticos.
La demolición del perverso sistema de siempre necesita ser validada, desde luego, y entre las causas invocadas para justificar su necesarísimo derribo se expone la flagrante inmoralidad de una sociedad en la que una “minoría” de potentados avasalla a millones y millones de seres sumidos en la miseria. Ni una palabra para reconocer la existencia de la clase media.Y sí, en efecto,como la van a desaparecer… pues de una vez la dejan de mencionar. ¿Los socialistas serían gente práctica, después de todo?
Sus heraldos nunca avisan de que el desenlace será la universalización de la pobreza