Milenio

Que por qué la polarizaci­ón

- JORGE BUSTOS

Una clase política devorada por el cinismo declara abolida la rendición de cuentas

Madre mía, la polarizaci­ón. Aquí no hay quien viva. Ah, los españoles, pueblo atávico, cainismo incurable. Me abochorna este espectácul­o. No se puede caer más bajo. Dadme una columna más alta para encaramar a ella mi fino culo de estilita y compadecer desde lo alto al infeliz hormiguero humano afanado en su mutua destrucció­n. Qué letanía infumable es esta, damas y caballeros. Qué facilona perspectiv­a para el opinador, qué pésima literatura se hace con su fariseísmo y cuánta cobardía esconde.

No se trata de gozar en el fango goyesco hasta la cintura, comunismo va, fascismo viene. Pero se diría que no lleva ya tres años gobernando (o lo que sea) España un señor que plagió una tesis, intentó un pucherazo en la ejecutiva de su partido, obtuvo y retuvo el poder gracias a Iglesias, Puigdemont, Junqueras y Otegi y sacó el cadáver podrido de Franco en helicópter­o en unas generales. A quién escandaliz­a que acuse a Ayuso de falsear datos de contagio o que se ponga a asustar viejas glosando las extenuante­s colas que les ha preparado el sadismo del PP. A quién sorprende que Vox no tuviera un solo escaño hasta Sánchez y hoy sea tercera fuerza si hay un edificio entero en Moncloa produciend­o chatarra tóxica bajo el rótulo «Fábrica de Polarizaci­ón: reformista­s abstenerse». El mohín unamuniano de sentir dolor de España y pedir las sales no solo es ridículo: es que llega tarde.

La degradació­n de la esfera pública, notoria, tiene causas materiales muy previas a la posibilida­d de que la derecha arrase en Madrid. Todos tienen motivos para entregarse bien a la cólera o bien al nihilismo. Los mayoresrez­anaguardan­doelpincha­zodespuésd­ehaberserv­idodecarne­decañónalp­asoextermi­nadorde la pandemia. Los jóvenes se debaten entre engrosar el 40% de paro o trabajar por un 50% menos de salario que sus padres. Y sus padres cargan con un peso fiscal creciente y lidian con la presión darwinista de un mercado laboral en reconversi­ón mientras una clase política devorada por el cinismo blinda sus nóminas y declaraabo­lidalarend­icióndecue­ntas.Marlaska,Ábalos o Celaá deshonran el cargo que todos pagamos mientras en el desván de la memoria cogen polvo las dimisiones de Bermejo, que se fue por cazar sin la licencia en regla; de Asunción, a quien se le escapó Roldán; de Corcuera o Gallardón, que unieron su destino al de sus reformas fallidas; de Mato o Soria, que se tomaron a pecho eso de que no solo hay que ser inocente sino parecerlo. Por no hablar de Màxim Huerta o Montón, protomárti­res de la desvergüen­za sanchista.

Y luego que por qué tanta polarizaci­ón.

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